El Papa nos ha ofrecido un escrito dedicado a la santidad de los cristianos. Gaudete et exsultate. Es un texto de lectura obligada. No es fácil hacer un buen resumen de este documento porque su estilo es muy coloquial, casi confidencial, lleno de detalles y matices. Me conformo con ofrecer un elenco escueto de sus principales ideas. Dios es santo y origen de toda santidad. La santidad no es nada extraño a la existencia, sino su plena verdad y perfección.
Dios nos ha creado por amor, nos ama de verdad, y por eso quiere que seamos santos, que vivamos en la verdad y disfrutemos eternamente de la vida verdadera. La santidad de Dios entra en el mundo por Jesucristo. Es el hombre perfecto, que vive en plenitud la belleza y grandeza de nuestra humanidad, tal como Dios la quiere para todos. Ser hombre consiste en convivir con Jesucristo, unidos a él con fe y amor, con el deseo de acercarnos cada vez más a él y llegar a vivir con él para siempre, en comunión gozosa con el Dios creador.
Condición ordinaria de los cristianos
La santidad no es nada extraordinario, ha de ser la condición ordinaria de los cristianos. Esta santidad es sencilla, está al alcance de todos, se vive en la vida ordinaria de cada día, consiste en salir de nuestros egoísmos y vivir en cada momento las circunstancias de nuestra vida, ejercitando el amor de Dios, la piedad y la fraternidad de Jesús. Así nos hacemos hijos de Dios, anunciamos su Reino y vamos cambiando la realidad del mundo. El Papa describe el contenido de la santidad siguiendo la pauta de las bienaventuranzas. Ellas son la descripción de la caridad en sus diversas manifestaciones, la verdadera vida humana vista desde la perspectiva de Dios, y desde la verdad definitiva de la vida eterna.
Repito, Gaudete et exsultate es de lectura obligada para todos los cristianos. Esta es la renovación de la Iglesia que Dios quiere y el Papa nos pide. Sin ella, ninguna reforma podrá renovar la vida de la Iglesia. La santidad del pueblo de Dios, con sus pastores por delante, nos hará encontrar fácilmente los verdaderos caminos de la renovación y de la evangelización. ¿Qué dirán ahora los que acusaban al Papa de ser demasiado temporalista?
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