El milagro ha vuelto a ocurrir en Puerto Rico a la vista de todos, pero hacen falta miradas de fe para poder verlo. ¿No es así siempre? Una multitud recorrió buena parte de la isleta de San Juan para dar testimonio de apoyo a la lucha contra el saqueo y el autoritarismo, para reclamar que el Gobierno se siente a negociar ante el pedido de defensa del patrimonio público de energía eléctrica, el llamado de consideración y justicia para los trabajadores, en súplica de que el diálogo pacífico evite el callejón sin salida de la confrontación entre los que tienen todo y los que no tienen.
- ¿Quieres recibir gratis por WhatsApp las mejores noticias de Vida Nueva? Pincha aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Durante la actividad, convocada por la Coalición Ecuménica e Interreligiosa de Puerto Rico, se me acercó un periodista y me preguntó si no era muy tarde teniendo en cuenta que faltaban solo dos días para que la entrada en vigor de la decisión de entregar el control del sistema eléctrico de Puerto Rico a la empresa LUMA ENERGY. Traté de contestar la pregunta del reportero explicándole que, desde la fe, no puede haber tal cosa como que es demasiado tarde en la lucha contra el mal. No puede haber tal cosa como ya es tarde, ya no vale la pena buscar el bien, ya triunfó el mal. Para la salvación del ser humano –sea como individuo, en comunidad, o en el carácter más amplio colectivo de patria o de humanidad– siempre es momento propicio, siempre el llamado de Dios en defensa de la vida, la justicia y la paz está vigente.
Dios escucha el llanto
La manera en que se toman las decisiones en los centros de poder del mundo es bastante repetitiva e impacta de manera pecaminosa (diabólica) a nuestra nación. Los que creen que tienen el derecho de mandar planean, se organizan y, cuando ya consideran irremediable lo que quieren hacer, le notifican a los que según ellos tienen el deber de obedecer. En ocasiones, se las dan de liberales y permiten las protestas, en otras, las reprimen. Pero, en realidad, la diferencia no será mucha, porque lo que deciden los poderosos es “lo que viene”. La avaricia los ciega y la soberbia les deja sordos. No ven lo que sufren las víctimas de sus acciones, tampoco escuchan el grito de dolor que sale de las entrañas de nuestro pueblo. Pero Dios lo ve todo, Dios escucha el llanto, “porque sube hasta el cielo”.
No se trata de que lo ocurrido el domingo pasado en nuestra patria presagie un milagro. ¡El milagro ocurrió allí! Ocurrió a la vista de todos. Era un solo rebaño y un solo pastor. Allí no había diferencia entre católicos y las otras denominaciones cristianas. Allí no había diferencia entre obispos, obispas, curas y monjas. Allí no había forma de distinguir en la multitud quiénes habían ido al culto religioso por la mañana y quiénes, no son creyentes. Unos caminaban en profesión de fe, otros marchaban en cumplimiento de su militancia. Unos rogaban por un milagro, mientras rezaban en una esquina el “rosario de la misericordia”, otros sabían que estaban viviendo una situación ya milagrosa. Allí se estaba manifestando una voz más poderosa que todos los argumentos que la inteligencia humana pueda levantar.
Si los poderosos tienen un momento de lucidez, escucharán y se pondrán en sintonía con el llamado. Si toman el camino de la dureza de corazón… Debemos recordar que tampoco lo escuchó el faraón.
Mejor que le avisen al gobernador, mejor que le avisen a la junta de control que de manera dictatorial fue impuesta por Estados Unidos, mejor que le avisen al presidente Biden que Puerto Rico se está alzando con fuerza otra vez en reclamo por la justicia.
Nunca es tarde para sembrar el bien, nunca es tarde para luchar contra el mal.