Tribuna

¿Qué hay detrás de la pornografía?

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¿Alguna vez has visto pornografía? ¿Qué ha provocado en ti? ¿Has intentado dejarla y no has sido capaz? ¿Te sientes mal después de verla, pero hay momentos donde sientes que la necesitas? ¿Ha afectado a tu autoestima? ¿Y a las expectativas sobre las chicas, los chicos o el sexo?



Desde 2017 me dedico a la formación afectiva y sexual de adolescentes. Recuerdo que un día, en mi primer año, un grupo de 2º de ESO me preguntó criterios para escoger bien una pareja. En un momento, dije: “Yo no saldría con alguien que viera pornografía”, a lo que una adolescente reaccionó rápidamente diciendo: “Entonces nunca podremos salir con nadie”.

El consumo de pornografía es algo que esta absolutamente extendido y normalizado. Las cifras nos dicen que un 50% de niños entre 11 y 13 años ya ha visto pornografía y la edad de inicio media en España está entre los 9 y los 11 años de edad. Estas cifras nos alarmarán más o menos en la medida en la que entendamos los efectos del consumo de la pornografía. Por eso es bueno conocer qué efectos tiene su consumo.

Genera adicción

Muchos jóvenes sienten que son libres en el consumo de la pornografía y que lo hacen por voluntad propia. El problema viene cuando empiezan a salir con alguien o alguna circunstancia en su vida los lleva a querer dejarlo. Es entonces cuando descubren que no son capaces. La pornografía es un estímulo llamado supernormal. Estos son estímulos que exageran las características de lo que sería un estímulo normal para provocar una reacción exagerada en la persona. Por ejemplo, a todos nos gusta una hamburguesa rica, pero, si a esta la llenan de adictivos y azúcares, como es una hamburguesa del McDonald’s, entonces esta pasa a ser un estímulo supernormal y puede generar adicción.

El sexo es un estímulo normal, pero, si exagero los cuerpos (especialmente los genitales) y las prácticas sexuales las llevo al extremo, el visionado de estas activará el sistema de recompensa del cerebro. Se enviará una gran cantidad de dopamina que va a afectar a un área de nuestro cerebro, el núcleo accumbens, que es el que se encarga de la motivación. Así que, cuando alguien con una adicción a la pornografía se sienta triste, agobiado, ansioso, enfadado, estresado, aburrido o solo, su cerebro le va a decir que debe volver a consumir para sentirse mejor. Usará la pornografía como chupete emocional.

Por otro lado, hay más signos de la adicción. Haberlo intentado dejar y no haber sido capaz. Dejar de hacer ciertas cosas que nos harían bien por ver pornografía, o hacerlo en lugares nada apropiados. Consumir un contenido cada vez más extremo e ir gradualmente viendo cosas más fuertes o grotescas (lo que al principio enviaba suficiente dopamina ya no vale, el cerebro se acostumbra, así que cada vez te pide más para tener el mismo efecto).

dos jóvenes con smartphone teléfono móvil

Crea mitos acerca del sexo

El porno no es sexo real (por suerte). Lo que ahí sucede está creado para generar adictos, no para enseñar a tener relaciones sexuales (por eso es tan preocupante que muchos adolescentes acudan ahí para aprender). Hay mitos con respecto al sexo fuertemente arraigados por culpa de la pornografía (la forma en la que una mujer experimenta placer, que es mejor tener un pene grande, que a los chicos les gustan los pechos muy grandes…).

Además, el 89% de los videos muestran agresiones físicas o verbales. Por lo tanto, la normalización de la violencia es algo más que habitual. Muchos piensan que es normal pegar a la chica en la relación sexual o insultarla, y que esto a ellas les gustará. Además, la chica que a su vez ha visto pornografía tiende a tener una mayor tolerancia a la violencia sobre sí misma porque se ha acostumbrado a verla y a no mostrar inconformidad porque entiende que eso debería de gustarle, aunque no sea así.

Para quien haya visto pornografía, el camino para desaprender todo esto y aprender qué es el sexo real es largo, pero absolutamente necesario si alguna vez se quiere disfrutar verdaderamente de un feliz matrimonio y felices relaciones sexuales.

Provoca baja autoestima

Al estar viendo cuerpos alterados químicamente y también prácticas sexuales exageradas, se empieza a pensar que eso es lo normal y que uno está mal hecho. Muchos ahí empiezan a obsesionarse con tener que hacer algo para “aguantar” más durante el sexo, realizar ciertas prácticas, aunque resulten humillantes, para que el otro “disfrute” o tener cuerpos parecidos a las personas que salen en esos vídeos.

Además, si la persona que consume tiene pareja y esta sabe o descubre que ve pornografía, empezará a sentir una profunda inseguridad y una sensación de que “yo no soy suficiente”.

Provoca disfunciones sexuales

Ver pornografía afecta enormemente a la propia capacidad para tener sexo. Por un lado, porque si el cerebro se acostumbra a los estímulos supernormales para sentir excitación, le será muy difícil despertar su deseo sexual con estímulos normales. Por lo tanto, si es un chico, tendrá dificultades a la hora de tener una erección, o si es una chica, a la hora de lubricarse. Además, las expectativas irreales harán que tengamos relaciones sexuales llenos de inseguridades, desconfianza, miedo… Y es posible que no sean siquiera capaces de completar la relación sexual. Esto llega al punto de que hay muchos que le piden a sus parejas ver pornografía mientras tienen relaciones sexuales, ya que, de la otra forma, son incapaces de llevarlo a cabo.

Además, tenemos neuronas espejo en el cerebro (son las encargadas de la empatía y las que nos hacen bostezar al ver a otro hacerlo), por lo que, si vemos pornografía, tenderemos a imitar aquello que vemos. De esta forma, no estaremos escuchando a nuestra pareja, incluso siquiera a nosotros mismos, sino a todo ese contenido que he estado viendo en Internet.

Rompe relaciones y familias

Está clarísimo lo negativamente que afecta a la persona y a la pareja. A la larga, quien consume pornografía verá afectada su relación. Inseguridad y desconfianza del otro, tener que engañarle o mentirle, sentirse mal ambos, que uno no es suficiente. Empeoran las relaciones sexuales o directamente dejan de darse. Además, cuando esto se da en personas casadas, las consecuencias son aún mayores.

Hijos que pillan a sus padres viéndolo o con ese tipo de contenido (no hay nada que no llegue a saberse, es muy sencillo que esto suceda si el padre ve pornografía) con el efecto tan sumamente devastador que esto tendrá en los niños (me han escrito bastantes adolescentes y jóvenes por esto y la verdad es que es un auténtico drama).

Tiene consecuencias sociales

No voy a entrar mucho en esto porque daría para varios artículos, pero voy a poner un ejemplo. En 2020, ‘The New York Times’ escribió un artículo donde afirmaba que en la plataforma de Pornhub se albergaban vídeos de menores de edad y de violaciones reales. Esto generó polémica al punto de que Visa y Mastercard dijeron que, si esto era cierto, impedirían los pagos a la plataforma. Hicieron una investigación y, a las dos horas, ya no se podía pagar. Por eso, la plataforma se vio obligada a retirar todos los vídeos de abusos sexuales reales y pornografía infantil. En pocas horas, su plataforma pasó de tener 13 millones de vídeos a apenas 3 millones.

¿Y qué hacemos?

La pornografía no le hace bien a nadie. Solo existe porque muchos se benefician económicamente de su existencia. Por eso, debemos atajar este problema que tanto daño nos hace a nivel personal e individual.

Por un lado, hay que hablar de esto. Muchos enfrentan esta batalla en soledad, especialmente las chicas, y les resulta algo tremendamente humillante. Para salir de esta adicción se necesita apoyo y contar con otros, así que hablar de este problema no va a hacer que más gente lo vea, sino que simplemente se sentirán capaces de reconocerlo, contarlo y hacer algo.

Por otro, hay que buscar ayuda. Igual que una persona enganchada a las drogas no puede salir sola de ahí, alguien enganchado al porno tampoco. Hay muchas personas preparadas para enfrentar esto (la web de ‘Dale una Vuelta’ me gusta especialmente). Vamos a aprovechar estos recursos.

Se necesita formación

Además, si eres educador o acompañante de jóvenes, tienes que formarte. Más aún si eres sacerdote (pues estos casos te llegarán diariamente). Salir de la adicción no es fácil; es un proceso y hay que saber acompañarlo. La web que he citado antes ofrece un curso online de mucha calidad que yo agradezco enormemente haber hecho.

Tampoco olvidemos la tan necesaria educación afectivo sexual, buena y de calidad. La necesitaremos para prevenir el consumo de pornografía, pero también para ayudar en el proceso de sanación y liberación de esta.

Por último, valgámonos de los grupos pequeños. En Barcelona conocía una iglesia que tenía un grupo llamado “apoyadores”, donde los jóvenes que querían se unían y luchaban juntos contra esta adicción. Si quitamos los prejuicios, podremos hacer este tipo de cosas también en las iglesias, creando espacios de verdadera ayuda.