El 18 de julio de 1994 yo estaba circunstancialmente en nuestra comunidad de Buenos Aires en una reunión. Alguien, cerca del mediodía, nos dijo a las hermanas: ¡Algo muy triste pasó en un edificio de “los judíos”!. Un poco nos enteramos por radio, pero las imágenes nos llegaron recién en el noticiero de las 13. ¡La comunicación de esa época!
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Todo era muy confuso, sólo se sabía que algo había explotado en la sede de la Mutual israelita. Recuerdo a algún periodista pidiendo que la gente colaborara con focos porque en pocas horas ya no habría luz natural y, como en esa cuadra no había electricidad, se haría dificultosa la búsqueda de sobrevivientes.
Esa mañana de julio, un autobomba atacó la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). Hubo cerca de 100 muertos y más de 300 heridos. Esa sería la crónica periodística básica.
Muchas biografías, muchas familias, la comunidad judía del mundo quedó herida. Los argentinos aún hoy no terminamos de comprender que fue un atentado al país, a la humanidad. Un nuevo Holocausto.
Incertidumbre
Demos un paso más ¿qué pasó con el atentado de la AMIA? Nada y todo a la vez. Se sucedieron 3 juicios, encubrimientos, asesinatos, discusiones, coimas, mentiras, falsos testimonios y demás en bajos y altos niveles de decisión. Aún no hay verdad.
La discriminación, el rencor, el odio permiten que literalmente nos matemos entre humanos. Las ansias de poder y la mentira la justifican. Y se ahuyenta la verdad y se da un paso menos.
En una época de grandes avances en la comunicación no somos capaces de comunicar la fraternidad y de construir la verdad.
Pasaron 27 años y seguimos preguntando ¿Qué pasó en la AMIA? No hay respuestas políticas, judiciales, civiles ni humanas que sean certeras.
¡Es muy triste lo que pasa con la AMIA!
Es muy triste no saber la verdad…