Este verano, con una hermana de mi congregación, hice el Camino de Santiago portugués. Cada vez más concurrido, hubo tramos en las últimas etapas en los que, literalmente, aquello parecía una romería por la cantidad de personas caminando juntas.
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Durante todas las etapas, nosotras madrugábamos para que no se nos echara el sol encima. Cuando salíamos del albergue sobre las cinco de la madrugada, caminábamos durante dos horas prácticamente solas. He de reconocer que, por un lado, era una experiencia preciosa de silencio y de acoger el día escuchando solo nuestros pasos y el sonido del viento o de algunos animales. Pero, por otro lado, un miedo de fondo me acompañaba.
#NoCaminasSola
No quise darle mucha importancia porque no quería que me paralizara, por lo que apenas me lo formulé internamente. Entonces, en uno de los albergues, me topé con un cartel que me ayudó a poner nombre a ese miedo que sentía. Aparecía una chica en primer plano muy sonriente junto a un hashtag que decía: #NoCaminasSola. En el subtítulo se explicaba: “Camino de Santiago libre de violencias machistas”. A continuación, aparecían diversos teléfonos de atención, ayuda y emergencias. Además, se indicaba la existencia de una aplicación de la policía nacional y de la guardia civil para descargar en el móvil y un código QR con el que acceder a una web de recursos localizados. Todo muy claro, completo y bien explicado. Abajo se hacía referencia a que era una iniciativa del Gobierno de España.
Este cartel me hizo pensar mucho. En primer lugar, me ayudó a poner nombre a mis propios miedos al caminar “sola” en el Camino de Santiago. En segundo lugar, me hizo ser consciente del peso extra con el que cargamos las mujeres ahí y en la vida en general. He comprobado que somos muchas las chicas jóvenes y las mujeres que vivimos con miedo a ser incomodadas, increpadas, agredidas o violadas en muy diversos contextos.
Hemos mejorado
La campaña me dio cierta seguridad de que hemos mejorado en esta cuestión en el Estado español, con políticas concretas que afrontan las violencias machistas con mayor conciencia y decisión. También me dio que pensar esa chica sola del cartel, pues muestra que las mujeres ya no estamos dispuestas a vivir atrapadas en el miedo. Las mujeres queremos poder salir solas. Las mujeres queremos caminar y vivir seguras. Las mujeres ya no nos callamos y nos negamos a seguir paralizadas por las opresiones de un sistema patriarcal que durante siglos nos ha querido hacer sentir inferiores, incapaces y dependientes.
Y así continué mi camino, más consciente de todo lo que me estaba pasando. Y, de fondo, la voz de Jesús, animándome a vivir libre, siendo también consciente de que aún hay mucho por hacer para que las mujeres podamos caminar sin miedo.
Un tiempo crucial
Este es un tiempo crucial para nuestra sociedad en el combate contra las violencias machistas que, a lo largo de la historia y a lo ancho del planeta, se han practicado (y se practican aún en muchos contextos) impunemente. Este es también un tiempo para que la Iglesia se pronuncie en contra de esta lacra. Necesitamos visibilizar y concienciar sobre esta cuestión en los ámbitos eclesiales. Necesitamos, como Iglesia, abrir espacios de formación, sensibilización y denuncia. No podemos olvidar que callar en esta cuestión es hacerse cómplice de los agresores y es, en el fondo, mandar un mensaje subliminal a las mujeres de la Iglesia: “Estáis solas, manteneos en el miedo”.
Alcemos la voz como Iglesia. Contribuyamos a crear una cultura de igualdad. Situémonos del lado de las víctimas.