“Llaquishca mashicuna” (estimados amigos), me llamo Braulio Chimbo. Tengo 31 años, soy sacerdote diocesano indígena de la cultura quichua amazónica del Vicariato Apostólico de Napo, en Ecuador. Acudo al pasaje evangélico que el papa Francisco ha escogido para ilustrar el Domund 2024 y me encuentro con Mt 22,9: “Vayan e inviten a todos al banquete”. En quichua sería así: “Richi cumbiraichi tucuira micunama”. Me parece un muy buen punto de partida para compartir mi experiencia.
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Desde la Amazonía ecuatoriana, camino con los pueblos originarios desde su realidad, con su cosmovisión y tradiciones ancestrales vivas. Para invitar a los demás al banquete celestial, todos debemos conocer y vivenciar, desde los catequistas a los agentes de pastoral y sacerdotes misioneros. Así, anunciaremos más efectivamente el Evangelio e inculturaremos la Palabra de Dios. Realmente, todos estamos invitados a aprender las costumbres y tradiciones de nuestros pueblos originarios.
El ejemplo de los misioneros josefinos
Hay muchos pueblos que no son evangelizados por falta de misioneros y de sacerdotes. Muchas veces, estos tienen miedo o escuchan pasivamente este mandato: “Id”. En mi caso, soy el primero de siete hijos y mi vocación nace viendo a los misioneros josefinos. Ante su ardua labor por los quichuas de la Amazonía, me decía: “Yo también puedo ayudar a evangelizar, y más conociendo la lengua materna”.
Después de ingresar en el seminario, seguía con ese ánimo de ir a evangelizar, hasta que culminé mis estudios de Filosofía y Teología. Con el diaconado, ya avancé más en firme en mi proceso vocacional. Y con mi ordenación sacerdotal fui tan feliz que hasta me salieron lágrimas… Ese día, me susurré a mí mismo: “Fui a ver y me quedé”. Lo mejor es que me acompañó todo mi pueblo.
Con oraciones básicas
Desde aquel momento, inicié con mucha alegría la tarea de llevar la Palabra de Dios a todas las comunidades. Algo en lo que me ha ayudado mucho la pastoral indígena SICNIE (Servidores de la Iglesia Católica de las Nacionalidades Indígenas del Ecuador) y que he labrado, en buena parte, con oraciones básicas, como la señal de la cruz, el Padrenuestro, el Ave María, el Gloria o una simple bendición. Realizándolo en la lengua materna, se entiende más y la fe de la gente va alimentando con el amor a Dios.
Se necesitan más misioneros comprometidos que se involucren en caminar en sinodalidad con los pueblos originarios. Por ello, les invito a seguir evangelizando a los pueblos en nuestro entorno y a que seamos promotores en cuidar las semillas del Verbo y en ser todos hermanos. Hagamos un poco más de lo que se nos ha indicado. Seguro que el buen Dios no nos dejará sin recompensa.