Iniciamos en la Argentina el receso educativo invernal, llamado por muchos, vacaciones de invierno. Son dos semanas donde las escuelas recuperan un silencio especial, pero a la vez, un vacío incómodo. Pero sobre todo, es la familia quien toma el protagonismo pleno en la vida de tantos niños y jóvenes. Aquí algunos consejos, deseos y anhelos para este tiempo.
- Ir a la unidad descanso: nuestro sistema educativo casi siempre genera estructuras basadas en la rutina, en la repetición, en lo mecánico, en lo automático. Y descansar escapa a todo tipo de estandarizaciones. Algunos descansan horas, otros minutos, otros de noche, algunos de día. Están los que descansan con otros, están los que descansan solos. Están los que descansan caminando, están los que descansan durmiendo. Están los que descansan del cronograma, del activismo, están los que descansan del sedentarismo. Algunos descansan del guardapolvo, del uniforme, algunos descansan del tiempo, del timbre, otros descansan del deber. Pero lo más importante, en este tiempo, es planificar el descanso y poder tener un encuentro cordial y necesario con él, especialmente para los adolescentes y niños que viven una hiperactividad durante el año lectivo.
- Repasar la teoría de la reflexión: es necesario poder revisar los pasos dados hasta este tiempo, poder recordarlos, encontrar en ellos motivos, pero a la vez, motivaciones para la reflexión familiar en diálogo con la vida escolar. Este tiempo sin rutina es propicio para ver qué si y qué no debemos mantener al regreso. En familia poder iluminar lo vivido desde el inicio hasta ahora. Pero no desde lo despectivo, desde lo destructivo, sino desde el ejercicio de la verdadera resiliencia, de la verdadera construcción y del real aprendizaje. Pero por sobre todo, es tiempo de reflexionar desde una simple pregunta que deben hacer las familias a los estudiantes: “¿cómo estás?”. Para los que van a inicial, a primaria, a secundaria, para quienes en este tiempo preparan finales, materias adeudadas, y para quienes además de preparar finales trabajan y tienen hijos e hijas escolarizados. Preguntarnos realmente cómo estamos. Pero no solo con las calificaciones, con los cumplimientos, como alumnos, sino como personas, cómo nos encontramos. En lo más profundo de nuestro corazón encontrar aquellos motivos para comprender lo vivido. Y desde allí entender y contemplar una plena integridad de la experiencia educativa.
- Aprobar y probar al máximo la alegría: lo cotidiano estructurado muchas veces nos quita tiempo para la alegría. La escuela debería ser una de las expresiones más perfectas de la alegría. Pero en ocasiones no lo es, sino todo lo contrario. Y los modos de encontrarnos con la alegría deben corresponder a las raíces, a la esencia del lugar en donde el estudiante busca su encuentro máximo con la risa más pura, y donde en ocasiones coincide con el hogar. La alegría no se lleva bien con el materialismo, no dialoga con el consumismo desenfrenado. La alegría nos permite en este tiempo de descanso, revitalizar y resignificar nuestras rutinas. Los adolescentes en vacaciones gozan de ella de una forma genuina, pero a veces mentirosa. Por eso, el diálogo desde la alegría es clave en este momento del año.
- Estudiar la teoría del caos: es cierto que para muchas familias estos días representan un gran desorden a lo programado. Es pensar: “y ahora… ¿quién lo cuida?”, “cómo llego del trabajo a lo de mi mamá a tiempo”, “qué hago para que no se aburra”, “si va a la escuela, no desordena todos los horarios”. Seguro habrá muchas expresiones que no sean positivas o halagadoras para este tiempo. Por eso mismo tenemos que aprender a moderarlo, a aceptarlo. Tal vez sea la materia más difícil a cursar en estos días, el saber que es bueno disfrutar el desorden, y el desorden que condiciona la realidad, estipulada y armónica. Es un tiempo para vivir la novedad, pero la novedad como la del Evangelio, esa que llega como Jesús a los discípulos de Emaús. Ese desorden que a la vez es orden porque nos hace arder el corazón, aunque no lo podamos ver. Irrumpe, comparte y nos hace volver a lo esencial de las cosas.
- Sumar y restar a veces son lo contrario: no todos pueden llevar a sus hijos al cine, o vacacionar en otra ciudad por la situación socioeconómica del país. Y esto tampoco es lo primordial de este tiempo. No todos podrán “dar algo distinto”, tal y como lo podemos llegar a entender desde el discurso del consumo, si solo pensamos en que lo importante es ir a los lugares de comida rápida. Pero en ningún lugar se pide que seamos algo que no somos, o que vivamos algo que no podemos vivir. Es tiempo de ir a lo sencillo, a lo humilde, de dar las mejores lecciones de transparencia. En familia se pueden dar estas situaciones de impotencia ante la no posibilidad de no dar lo que quisiéramos. Pero es necesario poder reflexionar y vislumbrar estos antecedentes de injusticia. Pero por sobre todo, vivir estos días desde la tranquilidad y el aburrimiento, también nos acerca a formar desde las familias junto con las escuelas, adultos que gocen de lo sencillo y austero.