ANTONIO PELAYO | Corresponsal de Vida Nueva en Roma
La Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA) se remonta a León XIII; fue remodelada por Pío XI después de los Pactos de Letrán y por Pablo VI con la Constitución Apostólica Regimini Ecclesiae Universae (1967).
Los últimos retoques a este organismo clave en la gestión económica de la Santa Sede se los ha dado Francisco transfiriendo algunas de sus competencias a la Secretaría para la Economía. Una transferencia, por lo que sabemos, no fácil y que el actual presidente, el cardenal Domenico Calcagno (un bertoniano de pro), retrasa todo lo que puede.
Francisco ha nombrado ahora a nuestro cardenal Ricardo Blázquez miembro del APSA junto a otros purpurados, como su vicario para Roma, Agostino Vallini; el arzobispo de Colonia, Rainer Maria Woelki; o el presidente del Governatorato, Giuseppe Bertello. Es una misión delicada que exige mucho tacto, cualidad que no le falta al arzobispo de Valladolid y que le será muy útil en su nuevo encargo papal.
En el nº 2.972 de Vida Nueva