Despedir a un gran maestro siempre deja abatido y, con un nudo en la garganta, no acaban de encontrarse las palabras adecuadas. Esto es lo que me sucedió ante la noticia de la muerte del Dr. Josep Maria Rovira Belloso (1926-2018), acaecida el pasado 16 de junio; uno de los teólogos fundadores de la Facultad de Teología de Cataluña hace ya cincuenta años (1968), y considerado también uno de los mejores maestros de teología de los últimos decenios.
En la docencia llevada a término a lo largo de muchos años y en sus mismos escritos, el Dr. Rovira reflejó siempre su atenta sensibilidad sapiencial ante la gran cuestión del Misterio de Dios, que propuso en todo momento a través de un diálogo exquisito con la cultura de nuestro tiempo. En su extraordinaria ‘Introducción a la teología’, escrita poco antes de su jubilación como profesor, afirmaba que toda su trayectoria había consistido en “la larga tarea de pensar, enseñar y escribir teología, empeño demasiado vasto para la brevedad de la vida”.
El filósofo Eugenio Trías afirmó hace ya algunos años que la obra del Dr. Rovira “constituía una aportación ‘cultural’ de primer orden”, por encontrarse “en diálogo permanente con las corrientes de pensamiento tradicionales y actuales, en las cuales y desde las cuales es preciso repensar la teología”. De hecho, Rovira Belloso subrayaba constantemente en sus escritos la presencia humana, cultural, social y eclesial de la teología, orientación que resulta especialmente significativa en sus obras de diálogo con la cultura y el mundo actual.
Escucha y silencio interior
El verdadero maestro de teología hace “escuela” no únicamente cuando transmite conocimientos y contenidos académicos, sino cuando desde la acogida a las personas y desde la creación de un clima favorable a las relaciones y al diálogo va gestando la “comunidad teológica”. En este sentido, al profesor Rovira siempre le había gustado escuchar. Para ejercer adecuadamente esta tarea, como él siempre supo realizar, es necesario tener el suficiente silencio interior parta saber escuchar todo aquello que proviene de la gente y, a través de esta escucha, saber intuir todo lo que proviene de Dios.
En la obra del Dr. Josep M. Rovira Belloso encontramos los elementos nucleares de un verdadero “maestro de teología”: humildad intelectual; fidelidad a las fuentes de la teología y respeto a las mediaciones antropológicas; el diálogo fe-cultura desde una actitud abierta, crítica y activa; el diálogo fe-persona concreta, como finalidad esencial de la teología según el Evangelio. Mi trabajo –afirmaba el mismo Rovira– solo tiene esta pretensión: “Ayudar a entender, pero principalmente ayudar a recibir, en la fe, el Amor verdadero”. En este sentido, escribía en una de sus últimas obras sobre el Misterio de Dios (2008): “Ojalá algunos puntos [de mi estudio] lleguen a volar, en espíritu y en verdad, como alabanza y acción de gracias a Dios y muevan al lector a esa actitud. Al fin y al cabo, amar a Dios y amar, servir y perdonar al prójimo, como entramado para ser realmente felices, es la finalidad que según el designio del Señor nos toca como seres humanos”.