Tribuna

San Agustín, el incansable buscador de la Verdad

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¿Qué nos puede enseñar un cristiano del siglo IV a los cristianos del siglo XXI? Lo primero, la esperanza, cómo él mismo lo dijo: “Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”… no importa los pecados que hemos cometido, las ideas equivocadas que tengamos. Dios siempre nos está esperando.



Lo segundo, la conversión, que se trata de un cambio de dirección, es decir, de abandonar el camino que llevamos por la senda que nos marca el Señor, y todo por pura gracia, sabiendo que Él solo nos pide que reconocer nuestros errores y deseo de ir hacia Él. “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”. (Mateo 11, 28).

De hecho, a pesar de haber tenido una juventud tumultuosa, San Agustín supo ser guiado por un profundo deseo de encontrar a Dios, que lo llevó a convertirse en una de las grandes figuras de la Iglesia, por su búsqueda incansable de Dios y su sabiduría inusual.

San Agustin

San Agustín. Foto: Vatican News.

Por cierto, si ha habido un hombre inteligente que ha buscado la Verdad, con mayúscula, ese es San Agustín. Era africano: nació en Tagaste y murió en Hipona (dos ciudades norteafricanas de lo que hoy conocemos como Argelia), lo cual le permitió ser testigo de un período en que Roma dominaba la cuenca mediterránea. Para ese entonces, habían acabado las persecuciones, la religión católica era reconocida, y aún faltaban siglos para la aparición del islam.

Su padre, Patricio, era pagano y su madre, Santa Mónica, cristiana; conoció el cristianismo de pequeño, pero su afán por entender el mundo lo llevó a estudiar gramática y retórica en Cartago, donde vivió en concubinato y tuvo un hijo, Adeodato. Su pensamiento lo llevó al maniqueísmo. Viajó a Roma para dar clases, y posteriormente a Milán, allí conoció al obispo, San Ambrosio, escuchando su predicación pudo conciliar la Filosofía y la Biblia en Jesucristo. Esto le llevó a tomar las aguas del bautismo en la noche de Pascua del año 387.

A partir de aquí, el alma de Agustín voló hacia las alturas del conocimiento conjugando la cultura grecolatina con el cristianismo. Por cierto, su influencia llega hasta nuestros días, y su impresionante producción escrita hizo posible la transmisión de hermosos consejos espirituales que prevalecen en el tiempo. Dentro de sus obras más destacadas, podemos encontrar Las Confesiones, que narran sus primeros años de infancia y juventud reconociendo sus pecados de lujuria, sus ideas mundanas y su posterior conversión (una autobiografía espiritual única) y La Ciudad de Dios, obra decisiva para la teología cristiana de la historia y el desarrollo del pensamiento político occidental.

TIP: con Hozana, red social de oración católica, puedes realizar un triduo a San Agustín para aumentar el deseo de Dios, completamente gratuito y en línea, que te permitirá sumergirte en la espiritualidad de San Agustín, aumentar el deseo de Dios, acercarte a Él y seguir creciendo en la vida de fe de la mano de uno de los más insignes santos, obispo y doctor de la Iglesia, cuya fiesta se celebra cada 28 de agosto. ¡Anímate!

 

*Artículo en colaboración con Hozana