Tribuna

San Benito Menni, una luz en tiempos de coronavirus

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En el año 2015, el papa Francisco publicaba su encíclica Laudato si’. En ella aparecía una idea que se ha ido desarrollando cada vez más, con numerosos ejemplos, a lo largo de todos estos años. Es la llamada “cultura del descarte”. Este concepto parte de la base de que el egoísmo manda en nuestra sociedad, que dejamos a diversos colectivos “fuera de juego” (inmigrantes, ancianos…), y hemos perdido la sensibilidad o la capacidad de sorprendernos por ello.



Imaginemos ahora a alguien que, sin haber conocido el término como tal, lucha contra la cultura del descarte en el ámbito de la atención a los hombres y mujeres que tienen una enfermedad mental. E imaginemos que lo hace en el contexto del siglo XIX, donde estos enfermos eran tratados poco menos que como humanos de segunda. Esta persona la encontramos en san Benito Menni (Milán 1841- Dinan 1914), un hermano de la Orden de San Juan de Dios cuya fiesta celebramos cada 24 de abril.

Restaurador de la Orden en España, Portugal y México, fundador de la Congregación de Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús, pionero en la humanización en salud mental. Un hombre con una biografía apasionante, que supo buscar soluciones a las trabas (y no pocas) que fueron apareciendo en su vida.

Ciencia y caridad, de la mano

Pero si hubo algo que definió la manera atender a los enfermos del padre Menni fue el especial esfuerzo que hizo en humanizar la atención sanitaria. Para él, ciencia y caridad siempre debían ir de la mano. Pongamos un ejemplo.

Cuando llegó en 1895 al hospital psiquiátrico que había adquirido en Sant Boi de Llobregat, se hizo cargo de 1.400 personas con enfermedad mental, en una proporción de 700 hombres y 700 mujeres. La Junta de Administración de aquel entonces no era tan competente como el anterior dueño, el doctor Pujadas, de modo que el padre Menni tuvo que luchar contra la manera de dirigir el centro y la administración. Desde el primer minuto, pone en orden el lugar hacia una asistencia personalizada, haciendo uso de las técnicas más avanzadas de la psiquiatría moderna. Este modo de obrar le granjeó el rechazo de parte del personal que allí trabajaba. Por fortuna, Benito Menni contaba con sus Hermanos y con las Hermanas Hospitalarias, que se encargaron de poner en práctica este tipo de asistencia.

San Benito Menni

Las ideas avanzadas del santo italiano chocaban muchas veces con el estigma social que acompañaba a estos pacientes. Una idea muy marcada en la sociedad de entonces: un enfermo de estas características no tenía el mismo valor que alguien en plenas facultades. Pero para Benito Menni, la dignidad de las personas no residía en sus patologías o en su estado de salud, y por ello el trato que merecían era el que le daríamos a un semejante, o el que daríamos a nuestros hijos si estuvieran en esa situación. Este desvivirse ante el sufrimiento se hizo también patente durante la epidemia de cólera que asoló España unos años antes, en el verano de 1885, cuando junto con hermanos y hermanas asistió directamente a los afectados de Chinchón y pueblos cercanos a Ciempozuelos, llegando varios de ellos a perder la vida contagiados por la enfermedad.

Lo que aquí contamos nos puede parecer de otro tiempo, incluso no venir a cuento, pero la crisis del coronavirus nos pone en alerta ante cómo nosotros, nuestra sociedad, debe actuar cuando de curar y cuidar se trata.

La indefensión de los más débiles

Hace unas semanas, leíamos que los filósofos Adela Cortina, Javier Gomá, Fernando Savater y Pablo d’Ors se posicionaban contra la “inmoralidad” de descartar a los ancianos en la crisis del coronavirus. Javier Gomá observaba cómo en algunos casos se ha planteado esta crisis como una cuestión de “dos castas”: una de “jóvenes y sanos, que serían de mejor condición, y otra, de peor condición, casta secundaria y subalterna, compuesta por ancianos, enfermos y discapacitados”, e instaba al Gobierno a “tratar a los débiles no solo como si tuvieran la misma dignidad que ancianos y enfermos, sino con un plus de cuidado, porque los poderes deben suplir la falta de fuerzas y la indefensión a las que están sometidos los débiles”.

Como vemos, hoy en día también aparecen actitudes como aquellas a las que hizo frente el padre Menni en su época. Y no hay que irse muy lejos, ni señalar solo a quienes desde arriba gestionan la crisis, pues todos hemos podido conocer, vía redes sociales, esos carteles en comunidades de vecinos que piden a sanitarios (vecinos del edificio) que dejen de acudir al domicilio.

Gracias a Dios, no todo es oscuro, y sobre estas miserias sobresale el buen samaritano del Evangelio. En forma de aplausos colectivos, de mensajes de ánimo, de profesionales que dan la vida (muchos literalmente) trabajando contra este virus, de grupos de ciudadanos que se unen para ayudar a mayores que viven solos, o en las múltiples formas de acompañamiento y apoyo a quienes peor lo están pasando.

Ahora más que nunca, necesitamos personas que sean sal y luz en nuestra sociedad. Personas que nos sirvan de referente, que nos animen a ser mejores en medio de las dificultades. Personas que, con su ejemplo, nos puedan inspirar y nos contagien su esperanza. Personas cuya vida podamos considerar como un “manual de buenas prácticas” en cuanto a la atención al prójimo se refiere. Personas como, por ejemplo, en este 24 de abril, san Benito Menni.