Tribuna

Santidad = Vivir en la verdad y en el presente

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Vivir en la verdad y en el presente es uno de los secretos de la felicidad. Pero, ¿Cómo podemos aprender a vivir así?

Un antiguo proverbio dice: “Cuando camines, camina. Cuando comas, come”. A primera vista puede parecer una verdad fácil, pero lo cierto es que este consejo saca a relucir el principal problema que nos aqueja a muchas personas en la sociedad actual: la incapacidad para vivir en la verdad y en el presente.



Y es que a lo largo del día realizamos diferentes tareas, pero no somos plenamente conscientes de ellas, no nos percatamos de lo que estamos haciendo porque tenemos “la cabeza y el corazón en otra parte”, nos olvidamos de vivir el presente. De hecho, realizamos muchas de las actividades cotidianas de manera automática, sin prestarles atención. La razón de este “despiste” es muy sencilla: estamos demasiado ocupados recordando el pasado o muy preocupados por el futuro, de manera que el presente se nos escapa y con él vivir en la VERDAD.

Atrapados en un tiempo inexistente

En mayor o menor medida, todos en algún momento nos hemos quedado atrapados en un tiempo inexistente. Por ejemplo, cuando estamos trabajando y fantaseamos con las vacaciones o cuando estas llegan pero seguimos preocupados por los proyectos que dejamos pendientes en el trabajo. También suele pasar cuando decidimos ver una película o salir a correr para relajarnos pero en vez de disfrutar del ahora, seguimos pensando en los problemas que debemos solucionar.

De esta forma, pasamos gran parte de nuestra vida entre el pasado y el futuro, perdiéndonos lo único que realmente tenemos: el presente. De hecho, llenamos el presente con culpas y remordimientos provenientes del pasado, a los cuales les añadimos la incertidumbre y las preocupaciones del futuro, por lo que no es extraño que este peligroso cóctel molotov termine generando grandes dosis de angustia, ansiedad e insatisfacción.

La ORACIÓN: El camino para vivir plenamente y en la VERDAD

Vivir en el presente no solo significa dejar de pensar en el pasado o el futuro, sino también aprender a disfrutar del aquí y ahora, ser hombres y mujeres de la VERDAD (conscientes). Cuando nos concentramos en cada detalle del HOY, por ínfimo que nos pueda parecer, aprendemos a disfrutar de las situaciones, nos implicamos en cuerpo y alma e incluso cambia nuestra percepción del mundo que nos rodea. La práctica de la ORACIÓN, es un camino para alcanzar este estado de conciencia verdadera y del vivir el presente.

hombre saltando

De esta manera nos liberamos del lastre que representan algunas experiencias del pasado y dejamos de preocuparnos por lo que nos deparará el futuro. Así podemos disfrutar plenamente del presente y reducir el estrés, las tensiones cotidianas, la impulsividad y los problemas de atención, memoria y concentración. A través de la oración, logramos un estado de paz y bienestar que se refleja positivamente en todas las facetas de nuestra vida e incrementa nuestra autoconfianza y autorrealización.

¿Cómo aprender a vivir en la verdad y en el presente?

  1. Acepta todo lo que llega a tu vida. Uno de los principales principios de la ORACIÓN, como diría Santa Teresa de Jesús, implica centrarse en el momento actual (presencia de saber estar), sin realizar valoraciones ni emitir juicios sobre lo que sucede. Se trata de aceptar las experiencias tal y como llegan, sin ponerles una etiqueta positiva o negativa, de vivir el ahora. Por ejemplo, en vez de calificar una situación como triste, dolorosa o excitante, simplemente debes centrarte en lo que estás viviendo, aunque no te resulte agradable. Cuando aceptamos las emociones “negativas”, estas pierden parte de su influjo y de su poder sobre nosotros. No olvides que en realidad, la mayoría de las situaciones no son positivas ni negativas, son tus expectativas, experiencias y percepciones las que inclinan la balanza en uno u otro sentido.
  2. Reflexiona y luego actúa. Después de haber experimentado la parte emocional de la experiencia, ha llegado el momento de centrarse en la interpretación. Detente un momento a pensar en lo que has sentido y por qué, analiza si necesitas cambiar algo y si realmente vale la pena. Si es así, ¿qué piensas hacer al respecto? ¿Cómo vas actuar? Antes de dar el siguiente paso, conecta con tus necesidades y objetivos en la vida, recuerda que la impulsividad nunca es buena consejera.
  3. Renuncia al control. La tendencia a controlar todo lo que sucede a nuestro alrededor se transforma en una fuente constante de tensión y estrés. Por eso, si quieres vivir plenamente de verdad y en el presente, es importante que asumamos que existen muchas situaciones que se escapan a nuestro control, sobre las cuales tenemos muy poca influencia. Debemos dejar que las circunstancias fluyan, así adoptaremos una actitud más relajada que nos permitirá estar abiertos a las oportunidades que se presenten.
  4. Saborea cada instante. A veces comparamos las sensaciones que estamos viviendo con las que hemos experimentado en el pasado o con las que podríamos experimentar en el futuro. Sin embargo, esa tendencia a comparar hace que el presente se nos escape, no logramos disfrutarlo. Por eso, es esencial que recordemos que cada momento es único, vivámoslo como si fuera el primero y el último. También es recomendable que realicemos solo una tarea a la vez y que le dediques todo el tiempo que necesites. La clave para saborear cada instante consiste en hacer menos pero disfrutando más = sabiduría.
  5. Deshazte de las ideas preconcebidas. Los prejuicios son una de las principales barreras que nos impiden disfrutar del presente y vivir la verdad, porque nos hacen enfrentar las situaciones asumiendo patrones de respuestas preconcebidos que no le dejan espacio a la espontaneidad. Por eso, vivir en la verdad, también implica abrirse a nuevas experiencias que estén verdaderamente en sintonía con nuestras necesidades y deseos.
  6. SÓLO POR HOY. Esta expresión, nos recuerda lo efímero de la vida y la necesidad de aprovechar cada día, cada momento, vivir el presente y darle vida a nuestros días, sabiendo que nuestras vidas tienen fecha de caducidad