JESÚS SÁNCHEZ ADALID | Sacerdote y escritor
El pasado día 13 de junio, en la plaza de San Pedro, el papa Francisco les dirigía estas emocionadas palabras a más de 80.000 niños, adolescentes y jóvenes scouts católicos reunidos expresamente para la ocasión: “Os voy a decir una cosa: sois una parte valiosa de la Iglesia. ¡Gracias! Ofrecéis una importante contribución a las familias por vuestra misión educativa con los niños, jóvenes y adultos. Los padres están convencidos de la bondad y la sabiduría del método scout, de los grandes valores humanos, el contacto con la naturaleza, la religión y la fe en Dios; un método que fomente la libertad en la responsabilidad. Deseo que siempre os sintáis parte de la gran comunidad cristiana”.
A continuación, el Santo Padre brindó a niños y jóvenes algunos consejos, les pidió no perder el contacto con sus parroquias y les exhortó a aprovechar más la “oferta formativa propuesta por la comunidad parroquial”.
Para mí, que pertenezco al movimiento scout desde hace muchos años, estas alentadoras palabras han resonado de una manera especial. Hace apenas cuatro meses, me hice cargo de una parroquia de barrio en Mérida, después de que mi arzobispo me nombrara párroco tras la repentina muerte de mi antecesor. Me encomendaba, además, la misión de formar un grupo de scouts. Tengo ya 53 años. Me puse manos a la obra, creyendo que iba a ser una tarea agotadora que sobrepasaría mis posibilidades. Pero conozco a fondo el método scout (he fundado ya cinco grupos) y confié en poder, una vez más, ser útil en este sentido.
Ayer regresé del primer campamento, sorprendido, como los padres de los participantes: ha sido una experiencia maravillosa. Una vez más, he sido testigo del milagro: niños, adolescentes y jóvenes que no se conocían, aceptando un sistema educativo nuevo para ellos, por propia voluntad, encantados y plenamente dispuestos a pertenecer a este movimiento universal que tan buenos frutos lleva ya dados a la humanidad en sus más de cien años de historia.
El escultismo católico es un movimiento educativo no formal, apolítico, abierto a todos, sin distinción de origen, raza o confesión religiosa, que apunta a la formación integral de niños y jóvenes, llevado adelante por adultos comprometidos con dicha tarea en forma voluntaria. La base del funcionamiento es el Grupo Scout, que, inserto en la comunidad parroquial, pone en práctica el “Método Scout” para alcanzar los objetivos educativos que propone: un sentido de lo sagrado, una perspectiva esperanzada y optimista de la vida y una aceptación de los valores religiosos con naturalidad.
El gran logro consiste en educar en un sistema de valores a través de una propuesta de vivencia en la comunidad y en contacto con la naturaleza; sentido crítico y creativo, mentalidad constructiva, revalorizando la solidaridad, generando un espíritu de responsabilidad hacia su propio desarrollo y el de los demás, comprometiéndose ante la vida, basándose en la convivencia pacífica, aceptando la diversidad como base de la tolerancia.
El fundador, lord Baden-Powell, creía que los principios religiosos son una parte integral de la experiencia del escultismo. Su lema en este sentido era: La fe se alcanza, no se enseña. Una de las necesidades más grandes del ser humano es la de pertenecer a una comunidad. Jesús lo sabía y llamó a sus discípulos.
Conocedor de estos beneficios, el papa Francisco terminaba su discurso a los scouts exhortándoles: “Recordad: ¡capacidad de diálogo! Construid puentes, construid puentes en esta sociedad donde hay la costumbre de hacer paredes, ¡construid puentes! Y, a través del diálogo, construid puentes”.
En este caso, como en tantos otros, una vez más, gracias, Santo Padre, por la sensibilidad, cariño y acierto con que tratáis a vuestros hijos.
En el nº 2.948 de Vida Nueva