Unas cuentas estadísticas poco comentadas me han hecho meditar. El sistema de “metro mundial”, que toma sus datos de la división de estadísticas de las Naciones Unidas, informa que, a la fecha de ayer, Puerto Rico tenía más de 30 mil casos activos de Covid-19, lo que coloca a nuestra nación puertorriqueña en un trágico primer lugar en toda la cuenca del Caribe. Repito, se trata de informes que Estados Unidos presenta al organismo mundial.
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Si tomamos en cuenta que desde que comenzó la pandemia Puerto Rico ha reportado 32 mil y tantos contagios, entre confirmados y probables, eso quiere decir que casi el 92 por ciento o siguen enfermos o no sabemos qué ha pasado con ellos. Eso es como decir que decenas de miles de seres humanos que en algún momento recibieron un diagnóstico de Covid-19 se desaparecieron de los radares institucionales. ¡Dios mío, qué manera de controlar una pandemia!
Como dije, eso me hizo meditar. Para la autoestima, personal y colectiva, la noción de ser independientes, tanto en lo económico, como en lo social y político, es algo muy importante. Es motivo de orgullo para cualquier ser humano poder decir “me valgo por mí mismo”, o para cualquier grupo decir que “nosotros somos autosuficientes”. No estoy en desacuerdo con la utilidad de esa forma de pensar y de actuar, pero me parece que a veces exageramos, con consecuencias nefastas.
Somos dependientes
La realidad es que somos tan dependientes que para lo básico; para ser, dependemos de muchos otros seres y de la combinación favorable de muchas fuerzas. El individualismo, que proclama la autosuficiencia como un imperativo de la libertad, siembra sociedades irresponsables, como la que desgraciadamente revelan las devastadoras estadísticas sobre la forma desacertada en la que Puerto Rico ha atendido la pandemia.
Opino que deberíamos mirar las cosas de otra manera. Porque somos libres reconocemos que nuestros actos tienen consecuencias en los demás, reconocemos que si dejamos a los desvalidos a la vera del camino, a la larga actuamos contra nosotros mismos. De igual forma, reconocemos que los bienes que disfrutamos individualmente –o con aquellos que escogemos en un círculo íntimo- son en realidad el producto colectivo de mucha gente que nunca llegaremos a conocer. Por eso me parece que una palabra clave para los seres humanos que quieren ser libres es “RESPONSABILIDAD”.
Si las elites latinoamericanas fueran más responsables, otro sería el panorama en nuestra parte del mundo, tan bendecida de recursos naturales y de poblaciones valientes y esforzadas. Si los que tienen riquezas se hicieran cargo de que dependen de las clases pobres, sería más fácil hablar de la justicia y del bien común. Si cada uno de nosotros reflexiona que más importante que ser o no dependientes es ser responsables, o sea, hacer lo que nos toca por los demás, podríamos valorar mejor el esfuerzo humilde de muchos seres humanos que hoy en día son tratados con desprecio.
Un país que sencillamente no sabe qué pasó con la inmensa mayoría de los contagiados en la pandemia, necesita reflexionar. Algo raro nos está pasando.