Tribuna

Señales tangibles de esperanza jubilar, el poder de la no-violencia del Evangelio

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“Durante el Año Santo, estamos llamados a ser signos tangibles de esperanza para aquellos de nuestros hermanos y hermanas que experimentan dificultades de cualquier tipo”. Papa Francisco, Bula de convocación del Jubileo ordinario del año 2025.

Al entrar en el Año Jubilar, nuestra atención se ve al mismo tiempo fascinada por escenas contrastantes de violencia espantosa, casi surrealista, en Tierra Santa, en Ucrania, en Sudán, en la República Democrática del Congo, en escuelas, hogares y espacios públicos, pero también en la falta de acceso a una calidad de vida digna para millones de personas, a medida que la riqueza y el poder se concentran cada vez más en manos de unos pocos; en el sufrimiento de millones de desplazados y refugiados; en el terror del racismo; en la militarización, la producción y comercialización de armas, la violencia armada, la violencia doméstica, las bandas y los cárteles; y en la devastación del mundo natural.



Jubileo y paz

Sin embargo, la esperanza es el mensaje central del Año Jubilar 2025. Y en su mensaje de la Jornada Mundial de la Paz 2025, el papa Francisco lanza un desafío directo para incorporar al Año Jubilar cambios específicos y profundos en la forma en que el mundo está funcionando actualmente: “No basta con actos esporádicos de filantropía”, dice. Son necesarios cambios culturales y estructurales para que se produzca un cambio duradero”.

El Jubileo exige nada menos que un cambio de paradigma hacia un mundo en el que las relaciones correctas entre los seres humanos y la Tierra configuren los asuntos internos, las relaciones internacionales y la economía mundial, impulsando una transformación de la violencia directa y estructural generalizada en un mundo más justo y pacífico. Se trata de un cambio masivo y exigente, pero urgentemente necesario. Las relaciones éticas entre los seres humanos y con el resto de la creación son esenciales para el nuevo orden mundial que buscamos. Y la acción bien organizada es la única manera de lograr la profunda transformación que promueve el Jubileo. El papa Francisco, citando al obispo y expresidente de Pax Christi Italia, Tonino Bello, nos recuerda que “no podemos contentarnos con esperar; tenemos que organizar la esperanza”.

Meditacion Paz Lago

Conversión profunda

Tomarse en serio la promesa del Jubileo exige una conversión profunda y arraigada como personas, como Iglesia, como familia humana, del señuelo de la violencia y del tsunami de sufrimiento que genera a un orden más humano. En pocas palabras, el Jubileo insta a una conversión a la no violencia evangélica.

En medio de una cultura global de violencia, lo que el papa Francisco ha denominado “la Tercera Guerra Mundial librada a pedazos”, la Iglesia ha redescubierto cada vez más la centralidad de la no violencia para la visión de Jesús y la misión de la Iglesia. El propio Papa Francisco nos ha llamado a la vía no violenta muchas veces a lo largo de su papado. Organizar la esperanza implica esta conversión a la no violencia evangélica. Con esta creciente conciencia en la Iglesia, llegamos a ver que en el centro mismo del Jubileo está un camino no violento: oponerse resueltamente a la violencia y a toda injusticia y construir con valentía un mundo en el que se respeten la dignidad y el bienestar de todos, especialmente de los más excluidos y marginados.

El Jubileo 2025 es una llamada a plantar las semillas de la no violencia evangélica en toda la Iglesia y en el mundo mientras nos preparamos para este cambio a largo plazo; una Iglesia Jubilar llevará la Buena Nueva de la no violencia evangélica a un mundo herido a través de cada persona, parroquia, diócesis, orden religiosa y ministerio.

Año de gracia

La visión del Jubileo en el corazón de la tradición judeo-cristiana habla claramente de la realidad de nuestro mundo roto, donde la violencia directa, económica, cultural, estructural y ecológica se ha convertido en una forma de vida. El Sabbat, el Año Sabático y el Jubileo tienen sus raíces en las correctas relaciones entre las personas y la tierra. Ninguno de los dos debía ser esquilmado o explotado; ambos podían encontrar espacio para prosperar en una economía definida por la abundancia y la autolimitación humana. Una y otra vez se nos recordaba que debíamos restaurar la tierra periódicamente; dejarla en barbecho; devolverla a aquellos cuyas raíces estaban plantadas allí, cuyos futuros estaban intrínsecamente entrelazados con sus rocas y su suelo, y a la sombra de sus cosas en crecimiento. El fruto de la tierra, don gratuito de Dios, nunca jamás debía acapararse.

Jesús hizo suyas las palabras de Isaías al comienzo de su ministerio, presentándose como el cumplimiento del “año de gracia del Señor” (cf. Lc 4,18-19). Así como Jesús “enseñó a sus discípulos a amar a sus enemigos (cf. Mt 5,44) y a poner la otra mejilla (cf. Mt 5,39)”, marcando el camino de la no violencia, no hay tema más común a la narración de Jesús que el sábado-jubileo. Juntos, la no violencia y el sábado-jubileo proporcionan un poderoso fundamento para el mensaje del Evangelio.

Puerta Santa_Carcel

Propuestas específicas

A la luz de esta historia y de las realidades a las que nos enfrentamos hoy, el papa Francisco ha hecho tres propuestas específicas en el contexto del Año Jubilar 2025:

  • Cancelación de la deuda y “un nuevo marco financiero… que conduzca a la creación de una Carta financiera mundial basada en la solidaridad y la concordia entre los pueblos”.
  • Eliminación de la pena de muerte en todas las naciones.
  • Creación de un Fondo Mundial a partir de un “porcentaje fijo del dinero destinado a armamento” para “erradicar el hambre y facilitar en los países más pobres actividades educativas encaminadas a promover el desarrollo sostenible y luchar contra el cambio climático.”

A lo largo del siglo pasado, hemos visto el poder del cambio no violento. Ahora, en este tiempo de crisis, la Iglesia puede ayudar al Pueblo de Dios a desatar este poder y organizar la esperanza.

La posibilidad de un cambio transformador –que incluya la cancelación de la deuda, el fin de la pena de muerte, el gasto en necesidades humanas y medioambientales en lugar de en armamento– es una reivindicación de la esperanza, una buena noticia de gran alegría y una base para la paz.