Tribuna

Siempre ha pasado: es la condición humana

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Jesús Sánchez Adalid, sacerdote y escritorJESÚS SÁNCHEZ ADALID | Sacerdote y escritor

“Saber encajar los golpes de la vida no significa ser insensible, sino, sencillamente, aprender a vivir. Y la Iglesia tiene un largo recorrido…”

 

Lo que se ha destapado en Granada es muy doloroso. Ha sembrado frustración, desencanto… Para muchos es como si se hubiera despertado esa angustia primitiva que nos mantiene en una encrucijada perpetua. Y surge la inevitable reflexión: esto, ahora precisamente; qué golpe tan terrible para la fe sincera y para la gente de buena voluntad. Surge aquello que está en nuestra más profunda naturaleza: la zozobra, la duda… Es la perpetua desconfianza humana.

Hallar el sentido a unos hechos tan escandalosos no es fácil; como no lo es aceptar la muerte como algo inherente al hecho de vivir. Pero, aun en medio del estupor, no hay otro camino que aceptar la realidad, sin que nos amarguemos, frente al inmaduro horizonte utópico que surge de creerse que todo lo tenemos controlado, seguro…; el sueño de omnipotencia. Para Freud, madurez supone reconocer la realidad y el destino, sin dramatismo, con serenidad, suprimiendo cualquier tipo de ilusión, alejando el engaño…

Saber encajar los golpes de la vida no significa ser insensible, sino, sencillamente, aprender a vivir. Y la Iglesia tiene un largo recorrido, hecho de sombras y luces… José Orlandis, en la Introducción a su breve Historia de la Iglesia. Iniciación teológica (Ediciones Rialp), dice que “la historia del Cristianismo interesa al lector católico porque viene a ser como su historia de familia”. Sabemos que estas cosas tan malas han pasado antes; son cosas de siempre. Y eso no significa que sean aceptadas. Es la condición humana.

la ultima1Cuando estaba documentándome para escribir mi última novela, Y de repente, Teresa, tuve que leer abundantes testimonios de los procesos inquisitoriales del siglo XVI donde se describían conductas execrables, inmoralidades y hechos escabrosos, descubiertos en personas con fama de gran virtud entonces. Aquellos falsos místicos, conocidos como “alumbrados”, causaron un gran escándalo en su época. Bajo una falsa piedad, con artificios aparentemente religiosos, buscaban satisfacer sus más bajos deseos. ¡Y en aquellos tiempos que consideramos de gran fe y piedad! Me preguntaba: ¿por qué se extendió el fenómeno? ¿Cómo es que no fueron solo casos solitarios, sino una plaga?

Muchas veces acontece que, por mimetismo, son numerosas las personas que ceden a la sugestión infundida en ciertos ambientes sociales. No se trata solo de un aislado y directo menosprecio de los valores morales, sino de la indiferencia creada en este aspecto por la pérdida de un sentido de la conciencia y por la falta de escrúpulos generalizada en la manera de pensar. Las tendencias primarias, como el egoísmo, la ambición o la lujuria, pueden quedar por encima de auténticos bienes, como el valor del esfuerzo, el servicio a los demás, el fomento de los sentimientos de bondad, el espíritu de sacrificio, la rectitud en el obrar…

Ya entonces, en aquel siglo XVI, una mente lúcida escribió en la misma Granada: “Dos males principales se siguen cuando alguna persona de reputación de virtud cae en algún error o pecado público. El uno es descrédito de la virtud de los que son verdaderamente buenos, pareciendo a los ignorantes que no se debe fiar de ninguno, pues este que lo parecía vino a dar tan gran caída. El otro es desmayo y cobardía de los flacos, que por esta ocasión vuelven atrás o desisten de sus buenos ejercicios. Y en estos casos, así como son diversos los juicios de los hombres, así también lo son sus afectos y sentimientos, porque unos lloran, otros ríen, otros desmayan; lloran los buenos, ríen los malos, y los flacos desmayan y aflojan en la virtud, y el común de las gentes se escandaliza”, (Argumento del Sermón contra los escándalos en las caídas públicas, escrito por Fray Luis de Granada en 1568).

Gracias a Dios, sabemos que, aunque los mismos cristianos en la historia hayan cometido abusos, esos abusos no son el cristianismo. Ser cristiano es descubrir en Dios la fuente de la vida y a Cristo como el único Salvador. Pero, como dejó dicho el papa Francisco en una de sus homilías en Santa Marta: “El cristiano incoherente escandaliza y el escándalo mata”.

En el nº 2.921 de Vida Nueva

 

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