Tribuna

Simeón y Ana, dos soñadores de la paz y la esperanza

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Cada vez que alguna persona se acerca y me pregunta sobre la felicidad o sobre la alegría, podría decir que soy feliz y vivo alegre porque hago lo que me gusta, pero no es tan fácil la respuesta, porque todos queremos la felicidad y vivir en paz.



Un año que se va, como dice la canción de fin de año en muchos países latinoamericanos de Tony Camargo: “Yo no olvido el año viejo, porque me ha dejado cosas muy buenas…” y otra de Billo’s Caracas Boys que dice: “navidad que vuelve tradición del año, unos van alegres y otros van llorando… un año que viene y otro que se va”.

Pero en este artículo analizaremos dos profetas que aparecen en el evangelio de san Lucas sobre el nacimiento de Jesús, anunciando nuevos tiempos de alegría y jubilo, porque ellos nos representan: que nunca es tarde para soñar y cumplir las promesas que tiene Dios para cada uno de nosotros.

El viejo profeta Simeón y la profetisa Ana, nunca es tarde para soñar

El viejo profeta Simeón y la profetisa Ana, tienen una característica común, ellos son movidos por el espíritu de Dios, se presentan en el templo después de una larga espera en el Mesías y lo saludan como representantes del Israel creyente al “Mesías del Señor”. Esperan en consuelo de Dios.

¿Quién es Simeón?

Un hombre justo como san José, porque en la biblia el ser justo es hacer la voluntad de Dios en su vida,  obedecer al plan de Dios, que espera la consolación de Israel por el Mesías que ha de venir.

Simeón sabe que el Espíritu de Dios está presente en el Niño y bendice a Dios diciendo: “Ahora, Señor, según tu promesa puedes dejar a tu siervo irse en paz”. Es extraño y es misterioso como Simeón “ve” con ojos de fe su vida.

Sólo así podemos “ver” nosotros también los proyectos de un nuevo nacimiento de Jesús en nuestra vida o un nuevo año civil que empieza, nunca es tarde para recomenzar en la vida, nunca es tarde para volver a empezar algo nuevo, nuestra vida está reflejada en un hombre como Simeón que nunca deja de soñar y recibe el premio de “ver” con sus propios ojos al Mesías.

Simeon And Anna Gospel Images

¿Qué espera Simeón y Ana?

El punto de encuentro entre estos dos es la consolación de Dios sobre el pueblo de Israel, que significa la esperanza cumplida en la venida del Mesías; los dos cánticos (Benedictus y el Magnificat) que proclamamos en la liturgia y que están contenidos en san Lucas son dos piezas maravillosas para comenzar algo nuevo y renovador en nuestra vida.

¿Quién es Ana?

Una mujer de ochenta y cuatro años, que después de estar siete años casada, ya era viuda desde hace mucho tiempo (décadas), ya había comenzado a hablar  del Mesías, con una acción de gracias y cuando “ve” al Mesías, proclama que ha comenzado la nueva creación, la esperanza de la salvación para todo el pueblo de Israel.

A veces, pensamos que ser piadoso es ser medio fanático, pero no, la mujer Ana es una mujer de Dios, porque permanecía orando y ayunando en el templo día y noche, perseverante y dócil a la acción del Espíritu de Dios. La película de Netflix: “María”, nos habla de Ana, como mujer piadosa, tal vez un poco exagerada en decir que tenía una escuela. Pero la virgen María nunca pasó por esa escuela, como lo dice la película.

¿Qué esperamos nosotros hoy?

Muy buena pregunta para nosotros hoy cuando estamos a punto de culminar un año lleno de bendiciones en todos los niveles, para algunos en lo económico, otros no tanto, algunos en lo político, otros no tanto… alcances, metas cumplidas y otras por cumplir, todo se resume en los propósitos y los sueños cumplidos, pero estos están en sintonía con la voluntad de Dios.

Creo que lo mejor que nos enseñan en estos cánticos de Simeón y Ana en san Lucas, es la paz y la esperanza, que nadie puede tener sino es en Dios. Ellos fueron consolados en el tiempo de Dios, porque sabían lo que en fe esperaban, nosotros podemos ser consolados también cuando estamos abiertos a los signos de Dios en nuestras vidas.

¿Agradamos a Dios como Simeón y Ana?

Para una persona desprevenida que lee este artículo, dirá que, si agrada a Dios, porque tiene cosas materiales y tiene una estabilidad económica, un trabajo estable y con beneficios en su bienestar y que ayuda con obras de caridad; pero no todos tienen esta visión corta de agradar a Dios.

Porque lo fundamental en la vida es agradarlo con el corazón, confiando en su voluntad, con las manos abiertas y el corazón dispuesto como la piadosa Ana, que oraba en el templo día y noche. El señor que conoce su corazón le respondió consolando su corazón y a Simeón, con las palabras más hermosas: “ahora Señor puedes dejar a tu siervo irse en paz… porque mis ojos han visto a tu salvador”.

¿Por qué esperamos el consuelo de Dios?

Porque como Ana y Zacarías, esperaron la venida de Mesías, que cambiaría la historia del pueblo de Israel en un momento difícil y determinante en la historia, nosotros también necesitamos del consuelo del Señor en momentos difíciles de nuestra historia. En san Mateo 6, 34 nos dice: “Así que no se preocupen por lo que pasará mañana. Ya tendrán tiempo para eso.

Recuerden que ya tenemos bastante con los problemas de cada día”.  Dios siempre está con nosotros en momentos que pensamos que estamos solos o nos sentimos sin fuerzas para luchar, Dios está siempre con nosotros como con aquellos ancianos Simeón y Ana, para darnos la respuesta oportuna para nuestra vida e historia, porque nadie es una isla, siempre necesitaremos de los demás para no dejarnos agobiar por nada de lo que nos pueda pasar.

¿Qué sueños te faltan por cumplir?

Esta es una pregunta muy compleja, algunos dirán algo de estudios, otros de ahorro, otros de viajes… pero el más importante que nos enseñan Simeón y Ana es “ver” su vida ante el Mesías esperado, es el punto cumbre de la liberación, tanto esperar no los sobrepasa, sino los prepara para responder ante el sueño de toda su vida.

Dios ha respondido su suplica y hoy ante sus ojos está la promesa esperada: el liberador de Israel.

La “nueva creación” es palpable ante los ojos de los sencillos y humildes, así como nosotros lo tenemos ante nuestros ojos. Esos sueños en nuestra vida seguirán cumpliéndose ante nuestra mirada.


Por Wilson Javier Sossa López. Sacerdote eudista del Minuto de Dios