Tribuna

¿Somos agradecidos con Dios y con su buena obra?

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“…el que inició la buena obra la irá consumando

hasta el día de Cristo-Jesús”(Flp 1,6)

Pensando y reflexionando en la buena obra, podríamos imaginar un trabajo, un arte o un perfeccionamiento de algo… pero, creo que cuando se habla de la buena obra de Dios en el ser humano, según san Pablo, teniendo en cuenta su contexto, quería decir que de nada serviría tanto esfuerzo humano en su vida, si Dios el obrero perfecto no hace su plan o su voluntad en el ser humano.



A mí en lo personal me encanta san Pablo, cada texto es una obra de arte, porque en sus múltiples amalgamas de colores va recreando y va perfeccionando la acción de Dios en el ser humano, no porque se deje de reconocer, sino porque al leer cada frase y cada palabra en sus cartas las vemos desde una perspectiva más clara del hombre que busca y se encuentra con Dios, esto le permite reconocer en su experiencia personal en la presencia de Dios y en la buena obra de Dios en el hombre.

San Pablo siendo un especialista en fabricar tiendas, trabajaba muy bien el cuero y tenía paciencia para hacer su labor, este ejemplo de un trabajador que quiere ayudarnos a entender que nuestro trabajo es vital para la auto realización del ser humano. Todos nosotros atravesamos por momentos que se van tejiendo en las relaciones, ningún ser está formado, es un proceso continuo de renuncias, de pulimiento y de perfeccionamiento del ser y del quehacer.

Agradecemos a Dios y el don de la vida

Soy hijo del Dios altísimo, estoy maravillosamente hecho, soy una obra maestra elegida por el creador del universo. La primera vocación a la cual somos llamados es a la vida. El primer don y llamado es a la vida y a defender la vida. Hoy no puede haber ninguna excusa ni política, ni religiosa para no defender la vida como un don de Dios.

No podemos olvidar que ellas -las familias- “asumen, juntamente con el hombre, la responsabilidad común por el destino de la humanidad” (Cfr. Juan Pablo II, Mulieris Dignitatem, n. 31). La primera familia que nos vio nacer, de sangre. Es como dirían los sociólogos “la base de la sociedad”. De donde aprendemos la cultura, de donde venimos, la historia familiar. La segunda familia es la comunidad, la congregación o la familia extensa que nos aceptó y a la cual el Señor nos llamó por extensión, en últimas la Iglesia. Ambas familias nos ayudan a ser y a identificarnos con el contexto extensivo de ser familia. Gracias a ambas somos lo que hemos construido y ser en la vida. A ambas le debemos nuestro agradecimiento en nuestro proyecto de vida.

Podríamos hacer más énfasis en muchas realidades, pero la verdad los invito a que nos sigan y lean y que cada uno encuentre su motivo de darla gracias a Dios y a la vida por lo que ha podido realizar en la vida.


Por Wilson Javier Sossa López. Sacerdote eudista del Minuto de Dios