Tribuna

Soy extranjero y me hospedaste

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Uno de los fenómenos de este tiempo es el movimiento de las personas por diferentes países. Hay dos motivos: el turismo y la migración. Los turistas lo hacen por placer, los migrantes por necesidad, porque buscan trabajo, protección o al menos vivir.

Europa es un lugar al que llegan  muchos migrantes de África y Asia  que huyen de sus países apurados por el hambre, por el dolor, por la guerra. Los últimos días el Aquarius, un buque que traía más de 600 personas de 26 países distintos (23 africanos y 3 asiáticos), pasó por Libia y finalmente Italia no permitió que desembarcaran en algún puerto. Sobrepasado el límite de la humanidad, y por gestiones de Médicos sin fronteras y la Cruz Roja junto con la Iglesia de España, fueron recibidos en Valencia con un permiso precario de residencia por 30 días. La Iglesia española en la voz del arzobispo de Madrid les da voz a estos hermanos nuestros que son la muestra de un drama mayor en donde el Mediterráneo es a veces la tumba de su ruta por una vida digna.

Jesús, a todos nos dirá “yo fui uno de esos, era extranjero, era migrante, ¿me recibiste?”. Ojalá podamos decirle que sí, que aunque lejos, viviendo en otro país le hice un lugar en mi corazón y recé por él y si estuve cerca me acerqué y lo miré con ojos de hermano. La  migración no es un problema racial, ni económico ni social. Es un  problema humanitario y me animaría a decir espiritual.

Migrantes1

Invito a un ejercicio de imaginación; primero tomarme un minuto (no más) para escribir todas las cosas que hoy he recibido, que he podido hacer por ser humano (pensar, caminar, hablar, ver, tener comida, y muchas más). Ahora los invito a otro, a ponerme en la persona de un migrante, sin techo, con rumbo pero sin llegada segura, sin idioma, sin trabajo, con una familia, con enfermedades, con heridas de guerra , con hambre; son cosas que le ocurren por ser humano.

¿Qué diferencia hay entre ambas experiencias de humanidad? Entre nosotros ninguna. Pero algo tiene que ver el espíritu de quien decide nuestros rumbos y el espíritu de los que somos del primer grupo, que no nos damos cuenta de la importancia de lo que Jesús nos dice en Mateo 25 en el juicio final: fui extranjero y me hospedaste.

Cada vez más vemos en nuestras calles gente que a simple vista denota que son inmigrantes, además de lo que nos llegan por las noticias ¡mucho trabajo nos pide Jesús para con ellos!. Se trata de tomar conciencia de la humanidad que nos une a todos y ensanchar el espíritu para sonreír a todos, ayudar a los que podamos y acoger aunque sea a uno…así lo dice Jesús, en singular. La tarea no es fácil, pero como los deberes del colegio, hay que hacerla porque con eso nos juzgan si somos buenos alumnos….en este caso, buenos cristianos.