Tribuna

Todo está conectado

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Parece simple y evidente. Pero no lo es. Que la pobreza en el mundo y el deterioro ambiental no son dos cosas inconexas, sino las dos caras de la misma moneda, es algo que el mundo comenzó a entender, sobre todo, desde hace cinco años. En mayo de 2015, el papa Francisco publicó su encíclica ‘Laudato si’’, sobre el cuidado de la casa común” y, ese mismo año, la comunidad internacional, con tan solo 3 meses de diferencia, aprobó la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París, sobre cambio climático.



La Agenda 2030 nos planteó la urgencia de construir un modelo de desarrollo socialmente justo y ambientalmente sostenible, para “no dejar a nadie atrás”, en un mundo cada vez más rico, pero también, más desigual, excluyente e insostenible. El Acuerdo de París supuso el reconocimiento del cambio climático como un problema generado por ese modelo de desarrollo, y la necesidad urgente de adoptar medidas para disminuir los gases de efecto invernadero, y de limitar la temperatura planetaria.

De hecho, la gran diferencia entre los Objetivos del Milenio y la Agenda 2030 es, precisamente, esa visión holística que vincula la lucha contra la pobreza, el hambre y la desigualdad con la lucha contra el cambio climático, el cuidado de los ecosistemas terrestres y marinos, y el cambio de nuestros patrones de producción y de consumo. El papa Francisco profundiza con “Laudato si’’” en esta visión “sistémica” de la realidad, cuando afirma que “el ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos”, que “el gemido de la tierra se une al gemido de los abandonados del mundo”; en definitiva, que “no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental”.

‘Laudato si”: cinco años inspirando el trabajo de Manos Unidas

Laudato si’ ofrece un análisis claro y profundo sobre los desafíos de la humanidad en relación con la justicia y el medio ambiente, e invita a una acción también urgente y eficaz para el cuidado de “nuestra casa común”. Estos son los tres elementos más importantes que la encíclica de Francisco ha inspirado en el trabajo de Manos Unidas estos últimos años:

Todo está conectado: la encíclica profundiza en la comprensión sistémica de la realidad, en la que pobreza y medio ambiente son dos dimensiones entrelazadas, cuya crisis afecta especialmente a los más pobres. Para Manos Unidas esta visión tuvo una traducción inmediata en el trabajo. Según datos del Banco Mundial, el 85% de las personas que sufren pobreza extrema en el mundo viven en zonas rurales. Lo que significa que dependen directamente de la salud de los ecosistemas para sobrevivir. Luchar contra la pobreza y el hambre en el mundo –la esencia de Manos Unidas– significa, también y muy centralmente, cuidar de los sistemas naturales que sustentan la vida de los más pobres: la tierra, el agua, los bosques, los mares, la biodiversidad, los recursos naturales. En consecuencia, la dimensión ambiental ha pasado a ocupar un lugar cada vez más central en los procesos de desarrollo apoyados por Manos Unidas.

Francisco Paseando En Un Jardín 2

En la lucha contra el hambre, la encíclica nos ha inspirado para hacer análisis mucho más holísticos del problema, profundizando en los distintos factores que a día de hoy hacen de nuestro modelo de producción de alimentos algo fundamentalmente insostenible, desde el punto de vista ambiental: deforestación, pérdida de biodiversidad, contaminación de las tierras por el uso abusivo de fertilizantes, uso del 70% del agua dulce disponible, una industria alimentaria que genera la tercera parte del total de gases de efecto invernadero que sobrecalientan el planeta, etc. Durante tres años dedicamos nuestras campañas a profundizar en los desafíos de la alimentación. En este tiempo también hemos podido realizar tres encuentros con socios locales de Latinoamérica y África, que luchan por garantizar el derecho a la alimentación de sus comunidades. Y en sus respectivos análisis el factor medio ambiental, especialmente el cambio climático, está siendo determinante en los impactos negativos para la producción y el consumo de alimentos, sobre todo para las personas más pobres que viven en zonas rurales.

Finalmente, Manos Unidas ha seguido trabajando todos estos años para alcanzar la justicia climática; de nuevo pobreza y medio ambiente de la mano. El Acuerdo de París reconoce por primera vez en el preámbulo la expresión “justicia climática”, con la que muchas organizaciones intentamos expresar nuestra posición frente al cambio climático. Significa que las personas más pobres del mundo, siendo las menos responsables de emitir gases de efecto invernadero, son muchas veces las que resienten con mayor virulencia los impactos del cambio climático, y son también las que disponen de menos recursos para resistir y adaptarse. ‘Laudato si’’ dedica todo un número a describir los innumerables efectos que sufren los más pobres ante el cambio climático. Y nos anima a trabajar para evitar que esto siga pasando.

La raíz profunda de nuestro malestar

Uno de los aportes más interesantes de ‘Laudato si’’, es su análisis en profundidad de ese modelo de desarrollo económico descrito en la Agenda 2030 que crea cada vez más riqueza económica pero, simultáneamente, más desigualdad y deterioro ambiental. ¿Qué es lo que produce ésta deplorable paradoja? La raíz de esta crisis socio-ambiental es, según la encíclica “el paradigma tecnocrático” predominante en nuestra sociedad. Es decir, la instrumentalización de la técnica con la finalidad de poseer, dominar y transformar todo lo que la naturaleza nos ofrece, hasta estrujar y convertir a la propia naturaleza en mercancía. Todo se puede extraer. Todo se puede transformar. Todo se puede vender y se puede comprar. El único límite es el de la propia técnica. Y el referente es el rédito económico e inmediato, sin importar las consecuencias sociales y ambientales que conlleve.

El modelo antropológico que sustenta ese paradigma es el ‘homo oeconomicus’ –solitario, calculador, competitivo e insaciable–. El desafío es promover una nueva relación con la naturaleza y con la humanidad: no somos dueños del planeta, sino criaturas que formamos parte de él. Estamos llamados a ser “administradores” de la naturaleza y garantizar el cuidado y sostenibilidad de la propia naturaleza, y al mismo tiempo, proteger “la dignidad humana”, “el bien común” y “el destino universal de los bienes”. Para ello, necesitamos redefinir el progreso porque, tal y como sentencia ‘Laudato si’’ “un desarrollo tecnológico y económico que no deja un mundo mejor y una calidad de vida integralmente superior no puede considerarse progreso”.

Buena parte de los mensajes y las campañas de Manos Unidas en estos años beben de este análisis en profundidad de nuestro malestar actual, en el que la pobreza y el hambre, la desigualdad y el deterioro ambiental, y nuestros patrones de producción y hábitos de consumo van de la mano. “Quien más sufre el maltrato del planeta no eres tú”, reza nuestra campaña actual y su mensaje principal es que solo será posible satisfacer los derechos humanos de todas las personas si, entre otras cosas, cuidamos de la tierra, garantizamos un medio ambiente sostenible, y facilitamos el acceso a los recursos naturales por parte de las personas más desfavorecidas.

Cambia tu vida para cambiar el mundo

Este antiguo eslogan de una campaña de Manos Unidas, resume la llamada a la acción y al compromiso, personal y comunitario, político y social de ‘Laudato si’’. Y es que, ante una crisis socio ambiental como la que vivimos, no podemos reaccionar con respuestas urgentes y parciales. Necesitamos cultivar una nueva cultura ecológica, más profunda y transformadora: “una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad”. Es preciso cambiar nuestra manera de estar en el mundo para transformar la realidad.

A lo largo de estos años, hemos trabajado en red nacional e internacionalmente en dos campañas centradas en esa conversión ecológica a la que nos invita ‘Laudato si’’: ‘Cambiemos por el planeta, cuidemos de las personas’, campaña conjunta de las organizaciones católicas internacionales de desarrollo, articuladas a través de la red CIDSE y la campaña ‘Si cuidas el planeta, combates la pobreza’, con la que desde la iniciativa Enlázate por la Justicia promovemos la cultura ecológica. Ambas campañas inspiradas por ‘Laudato si’’, ponen en evidencia la relación entre el maltrato del planeta, el sufrimiento de los más pobres, y el impacto que en ello tienen nuestros propios estilos de vida, promoviendo otros patrones de producción y consumo y estilos de vida razonablemente más austeros, solidarios y sostenibles.

Para finalizar, quizá uno de los regalos más grandes que nos ha dado ‘Laudato si’’, ha sido poder trabajar estos años con jóvenes de toda España y de otros muchos países del mundo en las actividades realizadas con la primera campaña mencionada: hemos participado en actividades de la COP 21 cuando en 2015 se llegó al Acuerdo de Paris de cambio climático, hemos estado presentes en la COP 24 en Katowice y en la COP 25 de Madrid, para defender la justicia climática. Con ellos hemos profundizado ‘Laudato si’’, hemos creado un Decálogo Sostenible para aprender a vivir de manera más ecológica y solidaria, hemos participado en campamentos sostenibles en España y otros lugares de Europa y hemos compartido aprendizajes en cursos y talleres, además de marchar juntos en manifestaciones y otros eventos; hemos escuchado sus propuestas y exigencias de mayor coherencia y compromiso. Hemos crecido y aprendido para ser mejores personas.

Después de estos cinco años de trabajo, inspirados por ‘Laudato si’’, en Manos Unidas somos conscientes de lo mucho que nos queda por hacer. Pero quizás lo más importante que hemos aprendido es que al final de todo, como dice la propia Encíclica, “el objetivo no es recoger información o saciar nuestra curiosidad, sino tomar dolorosa conciencia, atrevernos a convertir en sufrimiento personal lo que le pasa al mundo, y así reconocer cuál es la contribución que cada uno puede aportar”. En eso estamos.