Para el mundo cristiano, María tiene los títulos de Madre de Dios, Virgen, Inmaculada, Asunta, Santa y Beata, y en la mente y en el corazón de los cristianos su importancia es capital. Desde hace dos mil años, el arte y la espiritualidad se han nutrido de su belleza. Pero lo que sorprende es la veneración también entre los musulmanes de todo el mundo y su presencia excepcional, si no única, en el texto sagrado, el Corán. Hay cientos de mezquitas que llevan el nombre de María en Asia, en África o en otros continentes, templos sunitas y chiítas.
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En Pakistán cada año se realiza una peregrinación en la que participan cientos de miles de mujeres y hombres, jóvenes y mayores, cristianos, musulmanes e hindúes que, con motivo de la festividad del 8 de septiembre de la Natividad de la Virgen, acuden al santuario de Mariamabad, la ciudad de María, peregrinando, cantando, bailando y rezando juntos. Las mujeres musulmanas durante el parto y el posparto leen el capítulo 19 del Corán sobre María. Hay miles y miles de mujeres musulmanas llamadas Maryam, el nombre de María en árabe. La belleza y pureza de María es objeto de decenas de poemas de poetas persas o árabes.
Rumi, el gran poeta místico persa del siglo XIII, presenta a María como la luz a seguir. En El libro interior comparaba su dolor durante el parto, cuando se sentía desolada y abandonada, con el dolor del alma en el camino espiritual al buscar a Dios: “El cuerpo se parece a María. Cada uno de nosotros posee a Jesús dentro de sí, pero hasta que experimentemos en nosotros este dolor, no nacerá nuestro Jesús. Si este dolor nunca llega, entonces Jesús vuelve a sus orígenes por el mismo camino escondido por el que vino, dejándonos desolados y sin nada de él”. Según el relato coránico, María muy joven eligió la luz: “Acordaos de María, cuando se apartó de su familia retirándose en un lugar de Oriente”, sharqiyyan (Corán 19,16).
La palabra sharqi significa Oriente. Y el Oriente de María es su corazón escondido; en la tradición se dice que el corazón del creyente es el trono de Dios, María es el secreto de Dios y Dios es su secreto. Habiendo elegido su camino, durante un tiempo construye su castillo interior para meditar y disfrutar de la luz interior: “Entonces se ocultó de ellos con un velo” (Corán 19,17). Para contemplar la eternidad y encontrar a su amado Señor: “Dios posee los nombres más bellos. Empléalos para invocarlo” (Corán 7,180).
“Él es Dios. No hay más Dios que Él, el Conocedor de lo visible y lo invisible. Él es el Misericordioso, el Compasivo. ¡Él es Dios! No hay más Dios que Él. Él es el Rey, el Santo, la Paz, el Vigilante, el Todopoderoso, el Fortísimo, el Imperioso, el Magnífico, el que da comienzo a todas las cosas, el que hace cada cosa, suyos son los más bellos nombres. Lo que está en el cielo y en la tierra celebra sus alabanzas. Él es el Todopoderoso, el Sabio” (Corán 59, 22-24).
Hoy más que nunca, María es la luz radiante para la unidad entre cristianos y musulmanes.
Estamos viviendo un momento histórico particular en el que, por un lado, la Tierra se ha convertido en una aldea global y, por otro, hay un claro desequilibrio en la distribución de los recursos. El Papa Francisco en su discurso a los participantes en la conferencia “Perspectivas para un mundo libre de armas nucleares y para el desarme integral” del 10 de noviembre de 2017 aseguraba: “Las relaciones internacionales no pueden estar dominadas por la fuerza militar, por la intimidación mutua o por la ostentación de los arsenales bélicos. Las armas de destrucción masiva, especialmente las atómicas, no generan más que una engañosa sensación de seguridad y no pueden sentar las bases para una convivencia pacífica entre los miembros de la familia humana, que debe inspirarse más bien en una ética de la solidaridad”.
La única mujer
Frente a este abismo, María es el arma más poderosa para la unidad y la paz que ofrece su luz para iluminar el camino de los miembros de la familia humana e inspira una ética de solidaridad. Tanto para cristianos como para musulmanes es la madre de Jesucristo, que nació de la intervención directa del Espíritu Santo. Es virgen también para el Corán y es ejemplo de fe y fidelidad para todos los seres humanos de todos épocas (Corán 66,12). Está bendecida, es santa, libre, Inmaculada y maestra del profeta de su tiempo Zacarías (Corán, 3,37).
¡Es la única mujer nombrada en todo el texto sagrado de los musulmanes! Un misterio que quizá se ha preservado para nuestro tiempo como una especie de aparición mariana en el Corán que presenta a María como ejemplo para todos los creyentes de todos los tiempos. Y da la clave para poder construir un mundo de paz, armonía y unidad, en ella y con ella: Una sabiduría capaz de acoger todo y a todos y abrazar la pluralidad religiosa, creyendo en los Libros de Dios. “He aquí María, la que conservó su virginidad y a la que infundimos Nuestro Espíritu. Ella conoció y creyó en las palabras del Señor y en sus libros”.
*Artículo original publicado en el número de diciembre de 2022 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva