En la meditación Un plan para resucitar del papa Francisco, que ha publicado Vida Nueva, hay varias citas de la Sagrada Escritura, algunas pocas del magisterio eclesial y dos citas que hacen presentes a dos grandes hombres fe. En primer lugar, Romano Guardini, de quien Francisco rescata estas palabras: “La vida arrancada, destruida, aniquilada en la cruz ha despertado y vuelve a latir de nuevo”.
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En esas líneas, el teólogo presenta la resurrección como un latido, ese débil pulso que señala la presencia de la vida. Silenciosamente, casi imperceptible, vuelve el Maestro a caminar con sus discípulos y discípulas todavía espantados por la visión de la cruz, y también a caminar junto a nosotros, intimidados por un virus asesino.
Luego recuerda a su compatriota, el cardenal Eduardo Pironio, un incansable anunciador de una esperanza que es mucho más que optimismo, que es una fuerza silenciosa, pero a la vez arrolladora, que transforma la existencia de los hombres y las mujeres de fe. En las palabras de Pironio, aquel latido de vida crece hasta convertirse en una nueva “civilización”: “Una civilización de la esperanza: contra la angustia y el miedo, la tristeza y el desaliento, la pasividad y el cansancio”. Esa fuerza que renace “al tercer día” es la semilla de aquella esperanza que permite edificar “la civilización del amor”, con “el esfuerzo comprometido de todos”, un esfuerzo que se sostiene “cotidianamente, ininterrumpidamente”, como los latidos de la vida.
A través de estas citas, Francisco nos habla de la resurrección del Maestro, más que como un acontecimiento ocurrido hace dos mil años, como “un plan”, un proyecto. Aquel latido silencioso avanza entre los múltiples acontecimientos de la historia como un río caudaloso que siembra vida a su paso. No pudo detenerlo “la pesantez” de la piedra que tapaba el sepulcro, ni podrá detener su fuerza la invisible astucia del mal que se esconde en este virus. Sí, la vida “ha despertado y vuelve a latir de nuevo”.
