El evangelio de hoy, 3 de febrero, es clave a la hora de expresar en primera persona lo que acontece actualmente en Venezuela: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (Lc 4, 18-19). Los creyentes, desde nuestro bautismo, estamos ungidos por el Espíritu de Dios, y eso nos hace tenerla capacidad de discernir entre su proyecto de humanidad y el contra-proyecto –en Venezuela– de quienes nos gobiernan, que solo ambicionan el poder con sus usufructos. El pueblo creyente identifica fácilmente a quienes sí caminan con ellos y viven entregados al bien común. De ahí la lucha unitaria frente a la impunidad, la delincuencia y el desenfreno de los poderosos, porque son ‘diabólicos’ e inhumanos. ¡Y esto está creciendo cada vez más!
Y en situaciones tan evidentes como las que vivimos en países donde no hay compatibilidad entre las líneas de pensamiento de los regímenes desconocedores o negadores de la humanidad, y el decálogo de la conciencia de ser criaturas, modeladas por Dios a su imagen y semejanza, entonces solo existirá una propuesta de fe que sea profética y martirial. En consecuencia, en Venezuela, ser Iglesia, ser vida consagrada, es anunciar algo totalmente diverso a lo que propugna el régimen. Callar sería negar nuestra razón de existir y nuestra misión.
Por otra parte, lamentablemente, Venezuela es el centro de operaciones de una gran organización delictiva, que ha logrado corromper también a quienes, sin ser sus miembros, han querido algo distinto para el país. Son estas fuerzas, opuestas a las del Espíritu, las que quieren que continúe la exclusión de los pobres, los cautivos, los ciegos y los oprimidos. Y, en este momento, a quienes representamos un proyecto diverso a la delincuencia y al narcotráfico, y por lo tanto fundamentado en la verdad y la justicia, se nos está persiguiendo y haciendo difícil la existencia.
Iglesia perseguida
En esta coyuntura, la Iglesia no está siendo perseguida por anunciar a Cristo, sino por oponerse a los planes de los malvados, enfrentar a un gobierno que tiene como consigna a los pobres, pero que los utiliza, los manipula y los convierte en sus aliados para mantener el poder. En esa dinámica, el gobierno de Nicolás Maduro no considera al pobre como un sujeto, sino como un medio para dominar. Como consecuencia de esto, quienes han entrado en razón y comienzan a distanciarse de ese proyecto maquiavélico y pernicioso también son blanco de la persecución; incluso, a grupos paramilitares armados por el mismo gobierno en el pasado se les está ajusticiando y asesinando en nuestras calles.
Asimismo, el surgimiento de un liderazgo distinto, valiente, joven y fresco, con ideas más claras y de consenso, ha acaparado la atención de más del 85% de los venezolanos. De esta forma, empieza a desmoronarse la revolución que lleva más de 20 años engañando al pueblo y diciéndole que basta con recibir un bono y una bolsa de comida para ser felices y construir la patria. En definitiva, hoy Venezuela está más cerca de su libertad.