José Unzueta fue un sacerdote marianista de corte clásico pero actual para su tiempo. Un vizcaíno con acento de Oxford que estudió en Cambridge y que, con más de 80 años, sin perder sus raíces vascuences, acabó enseñando inglés en Cádiz a unos seminaristas imberbes por aquel entonces, entre los que me incluyo.
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Cada mañana nos hacía recitar lo mismo en voz alta: “No es cansancio el caminar cuando se camina con calma, llevando un sueño en el alma y en los labios un cantar”. Así que he estrenado el 2021 siguiendo la tradición. Repitiendo la muletilla matutina y arrancando con gusto la hoja del calendario al son de una canción.
Aún resuena en mi conciencia el entusiasmo de su voz risueña al pronunciarlas. El fervor ardiente y admirable de sus palabras quedaron grabadas en el alma de aquella joven vocación. Transmisión oral de un mensaje que perdura con el paso de los años, auténtico. Algo de lo que, muy a mi pesar, sigue necesitando esta Iglesia a la que amo y sirvo desde la atalaya pública.
Me quedé con la cantinela, entusiasmar. Ánimo, celo y entrega viva por algo y por Alguien. Ingredientes de una receta casera para soñar con una comunicación que dé sabor a lo que la Iglesia dice y hace en nombre Jesucristo. A esos gestos y palabras necesarios para proponer el kerigma sin edulcorantes ni artificios propios de la noticia rápida, poco saludable.
Sin tapujos ni medias tintas
Gracias al padre Unzueta aún ‘sueño al caminar’ con pastores y comunicadores auténticos que contagien este entusiasmo. Que difundan historias esperanzadoras con un corazón de padre y de madre, lejos de los mercaderes de palabras excluyentes y de los dardos envenenados. Valientes que se impliquen con buena cara en esta realidad mutante, capaces de tocar temas tabúes y desenredar rompecabezas atados por desacuerdos. Que hablen sin tapujos ni medias tintas, desde la verdad, con Medios que no sean de su cuerda.
Sueño con un ‘Pueblo de Dios’ en salida capaz de evangelizar fuera de la zona de confort eclesial. Más allá del sota, caballo y obispo. Tarea gratificante e ingrata a un mismo tiempo. Que aguante con fidelidad evangélica los intentos de doma, los relinches y los azotes de diversa sensibilidad.
Comunicadores todos que revelemos la verdad oculta en la realidad incluyente, desde una comunión sincera y fraterna con toda la Iglesia universal. Realidades distintas que sumen y aporten fidelidad al Evangelio desde el mensaje atemporal de Jesús de Nazaret. Que rememos juntos, con criterios claros y abiertos al Espíritu, derribando las tapias de nuestros cortijos comunicativos para construir un proyecto común sin miedo a que un caudillo de turno imponga su catecismo particular so pena de anatema.
De ‘I have a dream’ a ‘Fratelli tutti’
Ahora que Júpiter y Saturno se han alineado, es tiempo para soñar y trabajar por una comunicación nueva. Pero yo quiero que los sueños se transformen en realidad. Pasar a la acción, del “I have a dream” de Luther King al “sueño” del papa Francisco condensado en ‘Fratelli tutti’.
Merced al recuerdo de un risueño sacerdote octogenario, con nombre de hombre justo y fiel, desafío con esperanza este año xacobeo dedicado a san José, “custodio de la Palabra”. Sujetos de fe imperecedera que, como el padre José Unzueta, permiten soñar con calma mientras caminamos por este 2021 y anunciamos la Buena Noticia, clásica y actual a un tiempo, con entusiasmo renovado y con un corazón de padre.