Si leemos cualquiera de los Evangelios de modo narrativo, Jesús aparece como un hombre diferente, llamativo, bueno, y si no consideramos la fe y los contextos aparece al final como un hombre asesinado injustamente, el líder de una comunidad que se dispersa en el peligro, un superhéroe con mala suerte.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- Pliego completo solo para suscriptores
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Entonces ¿cómo se explican la expansión de sus enseñanzas y las religiones cristianas?
Benedicto XVI decía que uno de los mayores problemas de nuestro tiempo es la religión sin Dios, el considerar a Jesús como un hombre más, un predicador del amor, una buena persona que se ocupó de los vulnerados e intentó desenmascarar a los vulneradores. Podría decirse que Jesús hizo eso pero no fue solo eso. Su ser consistió en un Dios hecho hombre en un contexto que no es una simple historia, sino que es Historia de Salvación colectiva e individual.
Estamos también ante una religión cuyas instituciones no son creíbles, son prescindibles; a eso se refieren frases como “soy creyente, pero no voy a misa, no voy a la Iglesia”. Los sacramentos (Bautismo, Comunión, Matrimonio) son acontecimientos sociales con fiestas, vestidos y regalos que opacan la presencia viva de Jesús a quien usamos y lo dejamos a su suerte. No es Dios, es uno más, alguien que pasó por la historia.
¿Cuál es el Jesús de mi vida?
De igual modo, al relacionarnos con Él no lo hacemos Señor de nuestras vidas, el que nos hermana y nos hace buscar la presencia de Dios dejando como secundario el resto. Es un héroe, una persona que pasó haciendo el bien, pero que ya pasó y no pasó por nuestros corazones.
La expansión del cristianismo y su vigencia radica justamente en que Jesús no fue un héroe con mala suerte. No fue ni héroe, tampoco fue porque es Dios hecho hombre en un pueblo en cuyo seno sigue estando de modo sencillo, desapercibido, pero con toda la fuerza del amor que es su gran mensaje hecho vida.
Es una pena que nos perdamos su presencia, que no profundicemos en vida dentro de la nuestra y que también nos preguntemos la figura con que en nuestros relatos, catequesis, homilías, reflexiones lo presentamos. Eso habla también de una vivencia.
¿Cuál es el Jesús de mi vida? ¿El superhéroe que fue hasta capaz de resucitar y quedarse en la Eucaristía y varias cosas más? O ¿El Señor de mi vida y de la historia que está por encima de mi amor propio y autorreferencia?
Dejemos a los superhéroes tranquilos, pero no dejemos tranquila ni adormecida nuestra conciencia porque por ahí suele empezar la mala suerte.