Tribuna

Una cuestión antropológica

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El matrimonio paritario es algo pequeño comparado con los grandes objetivos que el movimiento promotor de todos estos cambios se propone y que encuentra una forma concreta de ir tomando forma en la ley “Taubirá” diseñada en Francia.

Su sueño, lo explica un homosexual francés que pide que no cuenten con él para este proyecto (Jean-Pierre Delaume-Myard), es fabricar el hombre nuevo, un hombre artificial con características especiales como la de ser andrógino, ni masculino ni femenino, ni hombre ni mujer, ni papá ni mamá. Es un ser autónomo, invulnerable, inmortal, del todo original gracias a la tecnología actual. Por eso, en los documentos se han de quitar las palabras papá y mamá y dejar solamente el término neutro “progenitor”. Una pareja de varones puede tranquilamente pagar a una mujer para que se embarace y les dé un hijo. Dice Delaume al respecto: “El hijo se vuelve un objeto comprado o vendido y colocado en un ámbito de vida que pone en riesgo su pleno desarrollo. Se suele decir que muchos niños no tienen ni padre, ni madre, etc. Sin duda, estas cosas suceden, se trata de los imprevistos de la vida. Eso no es fácil para nadie. Pero en cambio, entre parejas del mismo sexo se trata de crear una situación que desde el puro comienzo es jurídicamente injusta para el niño. Injusta porque la justicia es dar a cada uno lo que le es debido. Ahora, por naturaleza, un niño tiene derecho a un papá y a una mamá. El hecho de que esta naturaleza se ponga en discusión es lo que constituye el corazón del debate antropológico desde cuando surgió la ideología de género”.

Me pregunto si nuestra Corte Constitucional ha considerado a dónde conduce ese camino por el que han lanzado a Colombia

¿Para qué preocuparse tanto por lo que acontezca en una notaría cuando lo que se vislumbra por el movimiento que apoya todo esto es la desnaturalización del Homo Sapiens? Según el proyecto soñado por la ley anotada, este homo será construido y liberado de todas estas diferencias de sexo y otras que generan discusión, así quede hecho añicos el santuario de su identidad y sean penalizados los más débiles.

Si a mí me invitan a caminar por un camino y no pregunto a dónde conduce finalmente ese camino, soy un imprudente. Me pregunto si nuestra Corte Constitucional ha considerado a dónde conduce ese camino por el que han lanzado a Colombia. Hay que darse cuenta de que el camino lleva a una modalidad de humanidad muy poco parecida a la nuestra. No estamos ante un problema religioso, ni ético sino sencillamente antropológico, que tiene que ver con el ser mismo de cada ser humano. Con razón decía Benedicto XVI: “La cuestión social se ha convertido radicalmente en una cuestión antropológica”.

Luis Augusto Castro

Arzobispo de Tunja