Nada más propio que recordar y celebrar los acontecimientos pasados. Cada vez que festejamos cumpleaños, aniversarios o efemérides, volvemos a pasar por el corazón aquellos momentos que resultaron relevantes para, además, iluminar y contemplar desde ellos nuestro ahora. Esto es lo que se pretende cuando hacemos memoria de que, mientras nos encontramos en medio de un proceso sinodal, se cumplen cuatro años del Sínodo que reflexionó sobre los jóvenes y cuyo resultado encontró su expresión en la exhortación apostólica postsinodal ‘Christus vivit’. Este hecho se convierte en una excusa para volver la mirada sobre alguno de sus elementos y preguntarnos si hoy tendría algún acento o matiz especial.
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El primer capítulo de ‘Christus vivit’ se ocupa de aquello que la Escritura dice de los jóvenes. Los primeros números hacen un barrido por diversos pasajes, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, para ofrecer claves válidas y valiosas para situarnos ante la juventud desde una perspectiva bíblica. Por más que siga siendo un recorrido útil y sugerente, a mí me brota preguntarme, no tanto qué dice la Biblia sobre los jóvenes como qué le puede decir a estos, de manera especial después de todo cuanto hemos vivido a nivel mundial a lo largo de estos últimos años. Está claro que el tema daría como para escribir páginas y páginas, pero en estas pocas líneas me gustaría rescatar dos expresiones muy similares que Jesús dirige en dos evangelios distintos, Marcos y Lucas, a dos jóvenes distintos, una chica y un chico.
El texto marcano pone al Nazareno ante una joven que todos dan por muerta, pero a la que Él alza de la postración diciendo unas palabras en arameo que el evangelista traduce a sus lectores: “Muchacha, a ti te digo, levántate” (Mc 5,41). No es muy distinta la escena que dibuja Lucas, en este caso durante el cortejo fúnebre de quien era el hijo único de una viuda. Conmovido, Jesús se acerca, toca el féretro del difunto diciendo: “Joven, a ti te digo: Levántate” (Lc 7,14). Dos pasajes diversos pero con puntos de contacto imposibles de obviar. Ambos jóvenes, varón y mujer, se encuentran postrados y sin vida, pero son las palabras de Quien es la Palabra encarnada lo que les devuelve a la existencia.
Situación poco halagüeña
En los cuatro años que nos separan del Sínodo de la Juventud hemos vivido circunstancias que ponen en jaque la esperanza, entre ellas una pandemia mundial, una guerra tan cercana como para sentirnos amenazados, una inflación desbocada o la permanente amenaza de problemas en el suministro energético. No se dibuja una situación halagüeña, especialmente para quienes se encuentran en un momento vital en el que han de alzar el vuelo y asentarse en la existencia con las dificultades que implica la juventud. Es en este marco cuando resuena con más fuerza las palabras de Quien sueña para todos una vida colmada, plena, rebosante y erguida. Él también nos susurra a nosotros al oído: “Muchacha, joven, a ti te lo digo, ¡levántate!”.