Hoy viernes 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor, la Iglesia celebra la XXVIII Jornada de la Vida Consagrada. Concurre la circunstancia de que este año, justo mañana, el sábado día 3, el Papa recibirá a todos los seminaristas de la diócesis de Madrid con el cardenal José Cobo a la cabeza.
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A buen seguro, la palabra y el mensaje que transmita el Santo Padre tendrá una repercusión significativa en estos tiempos de reflexión sobre la reestructuración de los seminarios en España. Ante estos dos acontecimientos, me han sugerido ofrecer una breve reflexión acerca de la relación entre vida consagrada y formación sacerdotal, a la luz de la Ratio ‘El don de la vocación presbiteral’ (2016) [‘Ratio formationis institutionis sacerdotalis’, RFIS].
Cuatro claves
- Camino común, contenidos compartidos, impulso vocacional episcopal. La primera consideración es que la Ratio es para todos los candidatos al ministerio ordenado (diocesanos y religiosos) y, por tanto, los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica han de asumirla plenamente “con las debidas adaptaciones”. Por lo tanto, se trata de que, de una manera fundamental, el itinerario propuesto sea común compartiendo principios, valores, criterios, contenidos y medios. Con ello se garantiza que, en el futuro, pueda existir un sustrato común que garantice una sólida base sacerdotal compartida. A partir de ahí, el obispo, principal promotor de todas las vocaciones en su diócesis, está llamado a impulsar un plan vocacional que involucre a todos en la búsqueda de vocaciones al ministerio ordenado en una Iglesia local y en un instituto religioso [RFIS 13.15].
- Curso de teología sobre la vida consagrada. La Ratio prevé incluir en el curriculum de los estudios un curso de ‘Teología de la vida consagrada’ para que los futuros sacerdotes puedan comprender los datos esenciales y los contenidos teológicos que identifican a la vida consagrada, la cual pertenece a la vida, santidad y, como dice el n. 3 de ‘Vita consecrata’, misión de la Iglesia misma [RFIS 169]. Por su parte, los consagrados deberán reforzar el estudio, comprensión y profundización de la teología de la Iglesia particular para poder sentir y vivir su pertenencia a un único presbiterio en torno al obispo en la consecución de una única misión al servicio del pueblo de Dios que peregrina en un territorio determinado.
- Formación para la misión. La Ratio, dentro de la dimensión pastoral formativa, indica la necesidad de “una conveniente formación sobre la naturaleza evangélica de la vida consagrada en sus múltiples expresiones sobre su carisma propio y sobre los aspectos canónicos, en vistas a una fructuosa colaboración” [RFIS 119]. Por tanto, conocer para entender; comprender para apreciar; valorar para alcanzar fecundidad apostólica en la misión común diocesana.
- La presencia de personas consagradas en el proceso formación. La presencia de consagrados, junto con algunos laicos, en el proceso formativo de los seminaristas representa “un punto de referencia” fundamental para los futuros sacerdotes, puesto que han de estimar todos los carismas para después ser capaces de promoverlos en el futuro como pastores de todos [RFIS 150]. Esta presencia también puede realizarse mediante la presencia de profesores religiosos que, además de impartir su materia competente, puedan presentar un conocimiento del propio carisma, garanticen el sentido de su pertenencia a la Iglesia y ofrezcan un coherente testimonio de vida evangélica [RFIS 143].
En conclusión, la sólida formación teológica, el conocimiento vivencial sin esquemas preconcebidos y la generosa colaboración pastoral serán las claves para una formación adecuada de los seminaristas que garantice en los futuros sacerdotes el aprecio por todos los carismas y la fecundidad misionera en medio de un mundo cada vez más necesitado del testimonio de la comunión eclesial que pueda hacer crecer el Evangelio en el corazón de los hombres y la cultura de nuestro tiempo.