¿Qué le importa a la Iglesia cómo se ejecute la devolución a Marruecos de personas migrantes que intentan entrar en Melilla o en Ceuta saltando la valla, ganando la costa a nado o a bordo de cualquier tipo de embarcación? ¿No se trata de proteger nuestras fronteras y de impedir la inmigración ilegal, sabiendo que hay oficinas de asilo en los puestos fronterizos donde pedir protección internacional quienes lo necesitan de verdad? ¿Por qué se mete la Iglesia en estos asuntos, que quedan lejos de su misión espiritual de predicar el Evangelio?
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Son buenas preguntas que muchas personas se plantean, católicas y no católicas, creyentes y no creyentes. De acuerdo con la Doctrina Social de la Iglesia, es legítimo que un Estado proteja sus fronteras reconocidas internacionalmente, que establezca una política migratoria que defina las condiciones y los procedimientos para entrar en el país, los lugares por donde hacerlo.
También es legítimo que el Derecho prevea una sanción para quien se salte esos procedimientos… salvo que se le reconozca el derecho a recibir protección internacional o se violen de forma flagrante los Derechos Humanos que todo Estado debe respetar. Podríamos seguir el hilo de esta argumentación, pero necesitamos hacer un alto para aterrizar en lo concreto, en lo palpable.
La Iglesia católica está presente en los territorios fronterizos entre Marruecos y España: Nador-Melilla y Tánger o Tetuán-Ceuta. Es una Iglesia samaritana que atiende a quien va de camino, ofreciendo algo de comer y de vestir, a veces un lugar en el que restablecer la salud quebrada, sitios en los que aprender la lengua, empezar a comprender tantas normas y tantas decisiones administrativas difíciles de situar.
En la relación de acompañamiento, de escucha humana y espiritual, tan profundamente evangélica, la Iglesia es testigo de esperanzas y sufrimientos. A veces, del sufrimiento por la familia entrampada económicamente para sostener la migración. A veces, de las heridas que deja la huida de situaciones insostenibles, de mil riesgos para la vida y mil amenazas de muerte. A veces, de la violencia ejercida por bandidos… y por las fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado.
Devoluciones sumarias
La Iglesia atiende a personas heridas por las concertinas de las vallas –siquiera las que se multiplican en suelo marroquí– o por las pedradas de las fuerzas auxiliares, a personas con huesos rotos en las muñecas, tobillos, piernas, pies… al precipitarse desde lo alto de las vallas. Recoge la desesperación de personas que han burlado la muerte a duras penas en un naufragio, que han visto morir a compañeros de viaje o de travesía.
En sus relatos, saltan las alarmas cuando se detectan prácticas de la Guardia Civil y de la Policía Nacional que sortean las garantías procesales y el respeto de los Derechos Humanos atajando los caminos legales para aumentar los resultados: impidiendo que crezcan las cifras de entradas ilegales y engordando las cifras de devolución. Tenemos una dificultad añadida y es que, por la Ley de Seguridad Ciudadana, no pueden obtenerse imágenes de estas devoluciones sumarias
En 2016 la Red Migrantes con Derechos (integrada por Cáritas Española, Justicia y Paz, la Subcomisión de Migraciones y Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal Española y por la CONFER) decidió centrar su labor de incidencia política en este problema de lo que denominamos devoluciones sumarias. Se trata de una práctica de la Guardia Civil que patrulla los perímetros fronterizos de Ceuta y Melilla, así como sus aguas costeras.
Una vez que aprehende a migrantes que acaban de saltar la valla o que tratan de tocar tierra, los saca inmediatamente del territorio español (muchas veces por los portillos que jalonan las vallas o trasbordando a los migrantes a una patrullera marroquí). A veces los saca de uno en uno, a veces en grupo. En ningún caso les pregunta nombre, apellido, edad, nacionalidad, si tienen alguna necesidad de protección. En ningún caso deja que les asista un abogado o un intérprete.
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*Miembro de la red Migrantes con Derechos