Es común que las declaraciones y las convocatorias fanáticas comiencen con frases como “no lo podemos tolerar”. Son frases que ponen de manifiesto el ahogo existencial de personas que se encuentran asediadas por verse forzadas a convivir con aquellos que hacen cosas que les parecen dañinas. Estoy hablando de situaciones de la vida cotidiana y sencilla, pero también sobre asuntos sociales y políticos, tanto en la escala nacional, como internacional. Esas convocatorias fanáticas tienen, entre sus efectos muchas veces no deseados, los episodios de violencia entre la gente y las guerras entre las naciones.
- DOCUMENTO: Texto íntegro de la encíclica ‘Fratelli Tutti’ del papa Francisco (PDF)
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Tengo la impresión de que los intentos por provocar una nueva confrontación entre religiosos van por esa misma senda extraviada. Esta vez no se trata de crear enemistad entre católicos y protestantes, sino de un intento de dividir de manera irreconciliable a los cristianos, que toma como expresión común discursos sobre las conductas sexuales o íntimas, pero en que realidad su fundamento es la lealtad al sistema de opresión y de privilegios de los pocos sobre los muchos. Aquí, el amor por la “ley” y la “norma” está puesta siempre por encima de la persona a quien dejamos de respetar.
Agendas fanáticas
Sería injusto, sin embargo, si denunciara esos intentos de la extrema derecha si me hiciera el ciego y sordo ante otras agendas fanáticas que también pasean por nuestros caminos. Con mucho dolor, me he referido a la “hipocresía de modernos fariseos”, que so color de defender los derechos civiles, amarrados a una visión moralista ( y no moral) fomentan también la confrontación inútil por la manera en que la gente habla, que quieren imponer a los demás la forma en que ven las cosas y que reaccionan con odio visceral ante cualquier crítica. Los he visto cuando echan a la basura los derechos como la presunción de inocencia y el debido proceso de ley al toparse con una denuncia de que alguien hizo algo que “no podemos tolerar”.
Pero hoy quiero referirme a los intentos de convertir las creencias religiosas en campos de batalla, en zona llena de trampas explosivas, en las que los pastores y los fieles se conviertan en ejércitos hostiles entre sí, en bandos que se odien entre ellos. Reitero que se trata de agendas políticas y económicas de la ultra derecha, que pretender darle rango de gran espiritualidad a la defensa del capital y demonizar la lucha de los pobres por la justicia que abraza el nuevo modelo de Iglesia desde la comunión fraterna.
A la decir de nuestros pueblos “vive y deja vivir”, me atrevo a agregarle “vive y deja decir”. Dejemos que cada cual diga su punto de vista sobre las cosas. Dejemos que cada quien predique lo que crea que es la verdad. Total, si dicen de nosotros las cosas más horrendas y mentirosas, podemos sentirnos bienaventurados. Después de todo, los grandes profetas de la historia fueron objeto de calumnias.
No nos dejemos llevar a la confrontación con los agentes de la mentira. Mejor concentrar nuestros esfuerzos en continuar sembrando la buena semilla del amor que sigue propagando el nuevo proyecto de hermandad impulsado por nuestro querido papa Francisco.
Porque para los que tenemos la encomienda de predicar la fe, recordemos que el juicio no será sobre qué tipo de carne comimos, sino, si dimos de comer al que tenía hambre. El juicio no será sobre a cuántos metimos a la cárcel, sino si fuimos a ver al ser humano que estaba preso. No se nos va a juzgar sobre si usamos los talentos multiplicando la fortuna, sino si usamos lo que teníamos para socorrer a otros. No se nos juzgará sobre a cuantos condenamos, sino sobre si perdonamos, sobre si de verdad, corazón adentro, luchamos por la justicia y la libertad. Cuando vivimos en un mundo donde campea tanta injusticia, no es bueno perder el tiempo en confrontaciones enanas por palabras. Dígale al amor como usted mejor pueda, porque lo que de verdad importa es que nos amemos mucho y realmente tengamos conciencia de que somos “Todos Hermanos”. Por eso digo, vive y deja decir.