Sí. Cuantas veces haga falta. Llegar a la novedad de Dios. Salir del agua al agua. Estar en el desierto del silencio activo. Vivir entre las fieras y los males. Dirigir los pasos a Galilea. Ir por las orillas y periferias. Ver a los necesitados. Avanzar las miradas. Llamar a los que esperan. Gritar el seguimiento. Entrar en el templo de los corazones. Enseñar de una manera nueva. Escuchar necesidades. Asombrar con osadía. Acercar las manos de levantar. Salir de las cuatro paredes del templo para visitar. Curar heridas. Expulsar miedos. Volver al desierto. Orar para volver a la novedad. Predicar el Reino.
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Volver a los verbos de quien se hizo carne según Marcos, que nos invitan a un hacer desmesurado. Volver a propiciar lo activo que nos pertenece, a la acción impulsada por el fuego, el aire, el aliento. Volver al movimiento de la vitalidad de la existencia. Volver a la condición de ser persona humana. Volver al estado de sujeto enteramente caminante.
Como haga falta
Destronar las insensibilidades. Desmontar las apariencias. Deconstruir opiniones. Molestar anunciando. Molestar denunciando. Perseverar a tiempo y a destiempo. Aminorar el paso. Mirar de ver. Convertir el pensamiento. Recaudar alegrías. Soltar las palabras huecas. Apostar a lo eterno. Caminar hacia afuera. Teñir de azul la tierra. Profetizar la esperanza. Reciclar el momento. Ilusionar el encuentro. Tomar mate en silencio. Contemplar la belleza. Gestar manos abiertas. Embarrarse hasta el aliento. Mover los cimientos. Construir peldaños nuevos. Aparecer de sorpresa. Estallar de festejos. Perder el tiempo en amistad. Conversar con extraños. Llamar por el nombre a toda persona. Desbancar la codicia. Preguntar por lo hecho y lo omitido.
Con Francisco
El papa Francisco nos viene guiando desde ‘Evangelii gaudium’. “Volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio». Invita a cada cristiano y cada cristiana a que “en cualquier situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por él, de intentarlo cada día sin descanso”.[1]
Dice José Antonio Pagola en su libro ‘Volver a Jesús’, que hemos de volver a Cristo, porque él puede introducir también hoy en su Iglesia ese dinamismo renovador del que habla el Papa: “Él siempre puede, con su verdad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad y, aunque atraviese épocas oscuras y debilidades eclesiales, la propuesta cristiana nunca envejece. Jesucristo también puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad divina”.[2]
Navidad es nacimiento
Vamos a volver a Jesús, al Cristo. Al Agua. A la Luz. A dejarnos bautizar por el Espíritu Santo. Vamos a volver a la carne total del hombre que supo darnos cielo. Al Pan. Al Vino. A la mesa compartida.
Esta Navidad, nuestra manera de honrar a Jesús Niño es reconocernos encarnados tal como Él. Clavados en este tiempo que nos toca vivir para apropiarnos de nuestra corporeidad como seres integrales. Ser en presencia visible y propia, parte de la historia y viviendo la existencia del cuerpo social en el que habitamos. Ser cuerpo con un lenguaje único, sagrado e irrepetible.
Volver al cuerpo de Jesús para volver a nacer y recrear con insistencia los verbos que él encarnó.
¡Feliz nacimiento!