Muchas veces me he preguntado: ¿Para qué nacimos? ¿Para qué vivimos? ¿Para qué estamos en este mundo? Todas siguen siendo preguntas existenciales, fundamentales y a veces no tenemos una sola respuesta, son muy comunes a nuestras vidas porque siempre nos van a acompañar en el diario vivir.
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Pero, preguntar sobre la vuelta al segundo llamado de Dios, en un camino de renovación espiritual, de sanación y de auténtico perdón; son preguntas o reflexiones poco comunes a los constructos teóricos e ideológicos del mundo actual, pero es necesario, volver a retomar el camino, si queremos replantear nuestra vida desde la mirada de Dios que nos llama de nuevo y no se cansa de nosotros ni se cansa de llamarnos una vez más.
Hablar hoy, del segundo llamado, es volver la hoguera, es volver al corazón como el centro de la vida espiritual y avivar el don del llamado: “Por lo cual te recuerdo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos”. (2 Timoteo 1, 6). El recuerdo es la memoria, lo más importante de la vida, pero debe Timoteo recordar que no debemos dejar apagar el fuego o la hoguera del llamado de Dios.
La sanación del corazón herido acontece cuando dejemos avivar el fuego, aunque sigue siendo una cuestión compleja y difícil de tratar e incluso de entender, porque no es tan fácil abordar el tema, porque muchas veces se piensa desde Jesús que llama, elige y sana el corazón herido para cualificarnos, como Pedro que lo negó tres veces y tres veces lo perdono por el amor, avivo el fuego del dolor no para recriminarlo sino para levantarlo y recordarle su misión: “apacienta mis ovejas”.
Jesús para sanar su memoria del recuerdo doloroso que no le deja en paz, aviva el fuego del amor para que recuerde su llamado y cumpla su misión. El ideal es que Jesús, siendo el Hijo de Dios, toda su vida fue llamando a sus discípulos y su manera de anunciar el reino fue sanando enfermos de toda clase de males por el amor, no solo físicos, sino enfermos de la mente, del corazón emocional y de una serie de síndromes que seguro no eran tratados como hoy en día se acompañan en el campo de la sicología y otras ciencias afines (recordemos que la mayoría de las enfermedades de su tiempo se las atribuían al mal).
Volver al interior
Todos queremos hacer grandes viajes al mundo, como la caricatura que dice: vamos a conquistar el mundo… Si pudiéramos viajar en el tiempo como la película “volver del futuro”, o “volver al pasado” o “o volver a ser felices”, será que el tiempo va pasando y no podemos volver al pasado… sería algo épico, innovador y algo inimaginable, pero cada vez estamos más cerca de viajar en el tiempo, tal vez no como las películas, pero si en la vida real, viajamos al pasado no para mirarlo con nostalgia, sino para sanar nuestras heridas y volver como nuevos al presente. Muchos dirán que es cuestión de poetas o románticos, pero con la espiritualidad es de los únicos campos que podemos hacerlo realidad en nuestra vida: llamados por Dios, para escuchar su voz y seguirlo.
Volver al amor primero
En estos días, los sacerdotes eudistas, estuvimos en un retiro en Villa María (Fusagasugá) dictado los días 9 al 14 del mes de Junio del presente año por el padre Fidel Oñoro, que es un gran biblista que admiro mucho, su facilidad de guiarnos para entrar al viaje más importante de nuestra vida (nuestro interior) y volver al amor primero, a lo fundante del llamado que nos hace apasionarnos para beber de la palabra y encontrar en los personajes bíblicos rasgos comunes de ese llamado de Dios; solo mencionaré las tres características comunes al llamado a modo de ilustración:
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La llamada es contextualizada
Toda vocación es un llamado de Dios, no es fácil comprender ese llamado de Dios, no tenemos un manual, ni el libreto claro. Lo más claro es la Palabra de Dios que nos ilumina y nos orienta para saber responder a ese llamado de Dios. Es Dios en la vida del hombre, irrumpe de muchas maneras, cada uno debe estar atento a esos signos, porque es un caminar orante y dialogante con Dios.
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La prueba
En la prueba es donde la vocación acontece, en una ruptura o en la crisis. Sin punto de quiebre no existe la vocación. Dios rompe nuestras seguridades, abre horizontes, nos hace salir de sí mismos, en salida constante en nuestra vida. La Iglesia en salida es escuchar al Señor que acontece en la ruptura, debe romper con sus seguridades. Como el caso de Abraham, debe salir de su Tierra, casa y parentela.
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La misión
Es responder a ese llamado de Dios, ir a dónde el Señor nos envíe es una respuesta pronta a la misión. “De nada sirve empezar si no se llega hasta el final… Cuando sale uno para hacer algo, no debe regresar sin haberlo hecho. No todo consiste en dejar la barca y las redes para seguir a Jesús durante algún tiempo, sino más bien ir hasta el Calvario, recibir su lección y su fruto, y caminar con la ayuda del Espíritu Santo hasta el extremo de una vida que debe consumarse dentro de la perfección de la caridad divina”. (La segunda llamada, Carta de René Voillaume, (1905-2003) a los Hermanitos de Jesús, Isla de Saint-Gildas, 17 de marzo de 1957, primera carta).
El texto más apasionante de la biblia que también se ha hecho canción es: “Y os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne” (Ezequiel 36, 26). Es un texto que recuerda nuestras fragilidades, nuestro pecado… es recordar en la memora afectiva, el punto de quiebre o el punto de crisis que nos hace cuestionar o reflexionar sobre el segundo llamado: ¿En qué andaba yo? ¿Cuándo me llamo Dios? En la vida siempre es bueno volver al punto de partida: ¿de dónde venimos y hacia dónde vamos?
¿Qué debemos soltar?
En su corazón, las heridas nos lastiman y nos hacen daño, al mismo tiempo vamos sanando el corazón en la medida que nos perdonamos y soltamos las ofensas. Esto lo podría explicar IA (Inteligencia Artificial), pero no entender cómo funciona el perdón, en lo profundo del corazón. Así mismo el campo de las relaciones y otros niveles de relación que tenemos, escuchamos a Dios que nos llama y nos enamoramos de ese llamado y sentimos alegría ante un ser que viene de lejos o ante un triunfo de una persona cercana, ante la pérdida de un ser querido nos entristecemos y vivimos un duelo, superamos y soltamos. Todo esto hace parte de la vida y de las experiencias de la vida.
Por Wilson Javier Sossa López. Sacerdote eudista del Minuto de Dios