Tribuna

¿Vulnerables o vulnerados?

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El significado de la palabra “vulnerable” se refiere a quien puede ser herido o recibir lesión, física, psíquica o moralmente.



Al referirnos a las muchas personas que viven o sobreviven en lugares con casas precarias, sin servicios básicos, con carencias de alimentación y situaciones por el estilo decimos que se trata de población vulnerable o en estado de vulnerabilidad.

Al hablar de menores maltratados, con riesgos de abusos también decimos que son vulnerables.

“Ya han sido vulnerados”

De acuerdo al significado de la palabra vulnerable es una herida que se puede llegar a tener. Yo disiento y digo que son hermanos que ya han sido vulnerados, que están lastimados en su cuerpo y más aún en su corazón. Tienen una llaga en la esperanza porque no ven otro horizonte que intentar sobrevivir así.

La pobreza estructural una cara de una moneda en donde la otra es la riqueza estructural entendida esta por el acumular dinero y bienestar para, justamente, no tener riesgo de vulnerabilidad.

Hace unos días visité una ciudad del norte argentino con muchas posibilidades de trabajo y progreso por la fecunda naturaleza en la que está. Caminando encontré estas dos caras opuestas de la moneda sin términos medios: una enorme pobreza de muchos y una escandalosa riqueza de pocos reflejada en por ejemplo casas, autos y varios elementos más que tienen que ver con el consumo desmedido o paupérrimo. No quiero ser torpe, pero creo que esa moneda muestra vulnerados y vulneradores.

Decir que la población está vulnerada en lugar de vulnerable es hablar de un presente concreto, no de algo que puede suceder y, si hay vulnerados, se desprende necesariamente que hay vulneradores.

Estos hermanos que están en una estructura de carencias y por eso les es difícil superarse están vulnerados en lo más íntimo de su ser de personas y en su dignidad de hijos de Dios, y los que no estamos en eso y creemos que no somos vulneradores con mirar el espectáculo y decir ¡Qué barbaridad! no basta.

Vida en abundancia

Habrá que acudir a la sabiduría, la creatividad, la vida en comunión para asistirlos, acompañarlos, mirarlos a los ojos e intentar una y otra vez curar las heridas de su humanidad vulnerada. Probablemente mirándonos en ellos sintamos también que estamos vulnerados en nuestra fe, nuestra esperanza, nuestra caridad. No hay que detenerse. Andando con otros y por otros la vulnerabilidad se convierte en vida en abundancia.

También estemos vigilantes para no ser vulneradores con la indiferencia, el prejuicio, el adormecimiento, la comodidad, el miedo. Ayudemos también a los hermanos que les cuesta ver a todos como compañeros de humanidad, también están vulnerados en su mirada miope.

No es fácil llamar a las cosas por su nombre, pero es el principio para curar una enfermedad, saber de qué se trata, desde cuando la tenemos y tomar los remedios que sean necesarios.

Un tal Mateo, de profesión recaudador de impuestos y con vocación de apóstol-evangelista, en el capítulo 25 del libro que escribió, tiene un remedio muy bueno. Porque justamente él fue vulnerador y un tal Jesús lo hizo darse cuenta y desde allí con su vulnerabilidad asistió a muchos y lo sigue haciendo con la receta que nos propone…