En la tarde del viernes 19 de agosto, el madrileño Paseo de Recoletos acogió el vía crucis presidido por el papa alemán. En cada una de las estaciones, quince pasos representativos de las hermandades y cofradías de Semana Santa de todos las latitudes españolas, reflejo de la riqueza y diversidad de la piedad popular española.
Agosto. Tarde de viernes. Madrid. Rezar un vía crucis. Visto así, a priori, puede que no parezca un plan muy apetecible para los jóvenes. Sin embargo, ahí estaban más de 600.000 dispuestos a unirse a un hombre de 84 años para, juntos, meditar sobre la pasión y muerte de otro de 33 que no era ni cantante de éxito ni deportista de élite.
- Artículo completo solo para suscriptores
- A FONDO: Diez años de la JMJ de Madrid: un tsunami de fe inundó la capital
- EDITORIAL: En las redes de los jóvenes
- ¿Quieres recibir gratis por WhatsApp las mejores noticias de Vida Nueva? Pincha aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Camino de una cruz
Los 700 metros que separan la Plaza de Colón de la de Cibeles ya habían sido testigos de actos multitudinarios, como manifestaciones, desfiles militares en el Día de la Hispanidad y, por supuesto, celebraciones de triunfos deportivos. Pero aquel 19 de agosto de 2011, el Paseo de Recoletos se llenó de jóvenes de todo el mundo que seguían el camino de una cruz.
Tras horas de cánticos y bailes por el centro de Madrid, al caer la tarde se hizo el silencio, solo roto por las oraciones, los cantos, las cornetas y los tambores. Así, como si estuviéramos en Semana Santa. Y es que el camino también estaba flanqueado por quince imágenes en las que, como dijo el papa Benedicto XVI, “la fe y el arte se armonizan para llegar al corazón del hombre e invitarle a la conversión”. Porque esa era la razón por la que estaban allí esos jóvenes.