Duele conocer algunas realidades de nuestra Iglesia, pero, no conocerlas es peor. La sospecha está ahí, aunque el deseo de no confirmarla es grande. Al final, sin pensarlo, la sospecha se transforma en realidad.
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En la mayoría de nuestras parroquias, Cáritas cumple su función perfectamente. Las y los voluntarios que las atienden, lo dan todo para que quienes se acercan puedan recibir la ayuda urgente y, luego, se les dan las posibilidades para que esa situación cambie.
Decisiones tomadas
Sin embargo, en algunas parroquias esta situación no se vive, porque en ellas, Cáritas no existe. Cuesta creerlo, pero, es así. Son decisiones que, desde luego no se toman en el Consejo Parroquial mayormente porque no existe, o no funciona como debiera, o porque, aunque resulte increíble, el párroco ha decidió que así, sea.
Al llegarme la confirmación por varias vías, me pregunté qué puede llevar a tomar semejante decisión. Impedir la presencia de Cáritas encierra algo que no tiene cabida en la comunidad de Jesús de Nazaret y que es abandonar a los pobres. Esta ausencia de Cáritas, no se debe a falta de voluntarios para atenderlas sino más bien a concentrar las fuerzas en otras actividades más cultuales que, la verdad pierden todo su sentido si no se atiende a lo más necesitados.
Aprovechando la reforma
Algunas veces, lo que no se conoce bien (o se desconoce), se evita por la razón que sea y, pensando, se me ocurrió algo que, aprovechando que nuestros seminarios deben ser reformados y el tiempo corre, se podría sumar a esa reforma.
¿Y si Cáritas se convirtiera en una asignatura en los seminarios? Pero una asignatura teórica y práctica. ¿No estaría bien que nuestros seminaristas conocieran a fondo las Cáritas que funcionan en las parroquias, las delegaciones de cada diócesis –en ambos casos trabajando en ellas por algún tiempo, a modo de práctica pastoral- y que visitaran los Servicios Centrales de Cáritas en Madrid?
Tampoco sería nada extraordinario, sino lo normal en una Iglesia cuyos primeros destinatarios del amor de Dios, son los más desfavorecidos. Es solo una idea y, como todas, habría que completarla. ¿Nos atrevemos a hacer la sugerencia en nuestras diócesis y a proponerlo dentro de la reforma que necesitan nuestros seminarios? ¡Ánimo!