“¡Buenos días, mis alegres amigos! – Exclamó Tom abriendo de par en par la ventana del este. Un aire fresco entró al cuarto, trayendo olor a lluvia” (Tolkien, J. R. R – La Comunidad del Anillo, 2017, pág. 175)
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En este libro de Tolkien, hay un personaje que se encuentra con los hobbits en su camino hacia Bree, lugar de reunión que Gandalf les había indicado para llegar al “Pony Pisador”. Es en ese camino Tom Bombadil los hospeda y consuela en momentos de oscuridad y persecución. La escena citada es cuando los hobbits debían salir del hogar de Tom y continuar su viaje. Evidentemente, había en ellos algo connatural que los destacaba frente a los extraños o transeúntes. Y aquí, Tom lo expresa claramente: “alegres amigos”.
Él reconoce en ellos esa cualidad que queremos reflexionar en esta semana de adviento: la alegría.
a. Alegría: mensajera de una llegada
El II Domingo de Adviento prorrumpe de gozo porque “su salvación está muy cerca” (Sal. 85/84, 10). Y el profeta Isaías lo grafica con la imagen de “un pastor, él apacienta su rebaño, lo reúne con su brazo; lleva sobre su pecho a los corderos y guía con cuidado a las que han dado a luz” (Is. 40, 11), es un pastor que viene a consolar a su pueblo. Y es justamente Juan, el bautista, el signo de la proximidad de esa salvación y consuelo.
Adviento no es una “festividad” externa, es una identidad de quienes estamos gozosos (alegres amigos) por la cercanía, consuelo y salvación de quien es la causa de nuestra alegría: Somos adviento, decíamos con el querido Eduardo Pironio en la reflexión anterior.
b. Don teologal – Don connatural
En la teología clásica los dones teologales suelen ser 3: fe, esperanza y caridad. Y meditando la Escritura podemos re/descubrir que la alegría también es un don teologal. La denominamos así porque es un regalo y fruto del Espíritu y porque él mismo es llamado Don. Por lo tanto, es el mismo Abba/Imma quien garantiza y hace fructificar una vida alegre, feliz y risueña, por ser nuestro origen, quicio y meta.
Nuestra fe en el Nazareno afirma que el Verbo “se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn. 1, 14), asumiendo y haciéndose semejante en todo al género humano.
c. Don de la Palabra de Dios: porque está muy cerca
La Palabra de Dios “análoga e interior a la vida de cada persona y comunidad, está antes de un escrito y se revela en los signos de los tiempos” (Curia, Christian, 2018, pág. 31). Las comunidades creyentes necesitan hacer visible y audible esa voz para que resuene en la vida cotidiana, por lo que, inspirados por el Espíritu, los textos se proponen como testimonios de esa voz divina (DV 2), que nos recuerdan que Dios nos amó, ama y amará, porque esta expresión escrita son un punto de constante referencia para vivir nuestra espiritualidad/identidad de creyentes gozosos.
En la Sagrada Escritura podemos encontrar algunas intuiciones para comprender la alegría como Don.
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Don bueno
Por un lado, descubrimos que la alegría terrenal es buena, porque “Después de todo, que un hombre coma y beba, y goce del bienestar con su esfuerzo, eso es un don de Dios” (Ecl. 3, 13). Encontramos también que este gozo abunda más que con el trigo y el vino (Sal. 4,8). Para muchos autores bíblicos, es bueno disfrutar todo lo que nos pasa: celebraciones populares, encuentros culturales, libertad de los oprimidos, nacimientos, casamientos, cumpleaños, amistades, salud… Incluso en la Sagrada Escritura se hace referencia a la fruición de los encuentros íntimos y genitales (Cf. Sal. 126/125; 1ª Rey. 1, 40; Sal 18/17, 24; Neh. 8, 10. Prov. 5, 18; Eclo. 26, 2. 13; 1ª Sam. 2, 1. 5; 6, 14 – 17. 30, 15 – 16. Ecl. 8, 15. 9, 7 – 9. 10, 7 – 9. Is. 9, 2. Bar. 4, 36).
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Don que certifica su presencia
Desde la experiencia centrada en la presencia de Yahvéh, la alegría es una de las señales que nos certifican nuestra confianza en su accionar (Sal. 33,21) colmando los deseos más profundos (Sal. 37, 4), porque no abandona la obra de sus manos (Sal. 138, 8) y siempre está, incluso en los momentos tristes o dolorosos (Sal. 139).
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Don que se hace carne y anuncio gozoso
En las intuiciones que brotan de la meditación de la Escritura, encontramos que esta “muy cercana presencia” es el mismo Hijo de Dios que es su gozo. Es una alegría que se anuncia como Buena Noticia. Lucas lo presenta así en la Encarnación cuando el enviado de Yahveh le dice a María: ¡Alégrate! (Lc. 1, 28) porque es la madre del Salvador.
Este nacimiento en el texto bíblico se anuncia a los pastores como una gran felicidad (Lc. 2, 20). Los magos de oriente se llenaron de entusiasmo cuando vieron la señal que los llevaría hasta niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre (Mt. 2, 10).
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Don que se comparte y provoca alegría
El accionar del Misericordioso y que viene a consolar, provoca e invita a la alegría, porque su propuesta es liberadora, por eso, el niño que María lleva en su vientre, llena de júbilo a su primo (Lc. 1, 41), provocando que ella sea aclamada feliz por creer (Lc. 1, 45).
María responde libremente y, sale al servicio de su prima Isabel, y allí se estremece de gozo por las maravillas que el todopoderoso ha hecho en su pueblo y en su vida misma (Lc. 1, 46 – 55).
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Don Cristocéntrico
Los diferentes autores del Evangelio nos presentan a Jesús en su actividad pública como el que anuncia constantemente la alegría en:
- las bienaventuranzas (Cf. Mt. 5, 1 – 12. Lc. 6, 20 – 23),
- las parábolas del Reino (Cf. Mt. 13, 44. Lc. 12, 15, 5. 7. 32),
- los signos del Reino (Cf. Lc. 19, 6. Jn. 2, 1 – 12),
- las personas que lo seguían (Cf. Mt. 13, 16. 16, 17. 28, 8. Lc. 10, 17. 19, 37. 24, 41. 52. Jn. 13, 17. 20, 29),
- la gente sencilla de su pueblo (Cf. Lc. 14, 15. Jn. 12, 12 – 19)
- las prácticas del seguimiento (Cf. Jn. 13, 17. 20, 29. Lc. 11, 28).
- Que se colma de gozo (Cf. Jn. 15, 11. Lc. 10, 21), especialmente con la noticia de los setenta y dos, los motiva a una satisfacción centrada en el Reino y no en el poder de tener a los espíritus impuros sometidos (Lc 10, 1 – 12).
- Es el Espíritu Santo quien lo mueve a estremecerse por lo que había pasado e inmediatamente eleva una oración de alabanza al Padre (Lc. 10, 21 – 24).
- En el marco de la cena que nos relata Juan, comprendemos que Jesús une su felicidad a la de los discípulos y ella será perfecta, para que ese aleluya sea el nuestro (Jn. 15, 11).
- Don de comunión y de liberación
Desde la perspectiva del Don, la alegría que proviene de Dios es perfecta cuando el ser humano, comparte y disfruta de la vida, haciendo de ella comunión. Por ende, los cristianos vivimos nuestra identidad creyente como un regocijo que nadie nos podrá quitar (Jn. 16, 22), porque anunciamos la experiencia pascual que libera de toda cerrazón.
El gozo es en definitiva un resultado de la comunión de la perspectiva de Dios y de la humanidad, que nos interpelan y exigen una concordancia entre ambas desde la Buena Noticia. Eso es hacer catequesis: hacer resonar desde la fidelidad a Dios, a la humanidad y en la alegría de la fe.
La alegría en y de Dios, tiene para nuestra fe otro aspecto que es necesario reafirmar con toda energía. El gozo es un proyecto de liberación. Esta intuición la podemos vislumbrar en los dos acontecimientos medulares de las redacciones bíblicas: el Pesaj y la Resurrección. Son experiencias que liberaron y que al ser revividas liberan.
Sin ánimo de ser reduccionista a las propuestas pastorales, nos parece oportuno recalcar que la vocación eclesial de ser Adviento, es justamente unirse a una liberación integral, no para el futuro post mortem, sino que se va realizando en lo concreto y cotidiano, que indefectiblemente finalizará en el gozo definitivo del Reino.
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Don provocativo
Desde el gozo donado y connatural, ser adviento se manifiesta enraizado en la plena confianza del Dios que viene a consolar a su pueblo y esto nos posibilita descubrirnos buenos, aceptados, apreciados, reconocidos, cuidados, valorados e importantes en la vida de otros y ellos en la nuestra.
Vivir el gozo adveniente, del Dios que está muy cerca, nos ayudan a pensar y experimentar que la Trinidad actúa así con nosotros, porque en cierta manera, somos también su alegría, su gozo, su deleite.
d. Plegaria
Espíritu, desbordante de alegría,
es bello y necesario darte gracias,
porque las alegrías terrenales son buenas
y nos invitas a celebrar todo lo que vivimos,
porque al disfrutar de la vida certificamos nuestra confianza en vos,
porque siempre estás muy cerca y consolando,
porque Jesús es un motivo de alegría,
porque algunas mujeres de la Escritura nos revelan
que alegría, libertad y servicio son indicios
para la liberación integral de las personas y sociedades.
Espíritu, que nos haces sonreír,
que nuestra alegría sea perfecta,
sirviendo y alabando,
para que manifestemos con nuestras caras de redimidos
que Dios es alegre,
que nuestro adviento invite a sonreír,
porque la risa es un don que proviene de la Trinidad.