Un recorrido por el camino místico del monje misionero
JOSÉ LUIS VÁZQUEZ BORAU, escritor y fundador de la Comunidad Ecuménica Horeb-Carlos de Foucauld | Militar y explorador de Marruecos, tras su conversión vivió como ermitaño, monje, misionero aislado en el Sahara… Así fue Carlos de Foucauld. En el centenario de su muerte, que recordamos este 1 de diciembre, recorremos el camino místico que le condujo a llevar la misericordia de Jesús a los más pobres y volvemos con él a Nazaret, a aquella vida de oración y fraternidad que fue el germen de los Hermanitos del Sagrado Corazón.
Desde que fue asesinado en Tamanrasset el 1 de diciembre de 1916, ahora hace cien años, múltiples han sido las interpretaciones que se han generado de la vida y los escritos de Carlos de Foucauld. Su mensaje ha sido interpretado de muchas maneras. Si no hubiera salido de la Trapa, y si hubiera muerto en Akbés, asesinado en el momento de la gran masacre de los armenios por parte de los turcos, su mensaje sería sin duda de una unidad más evidente, pero vivió como “ermitaño” en Nazaret; “monje” casi de clausura en Béni Abbès, y, finalmente, como “misionero aislado” en el Sahara, encarnado en el pueblo tuareg. Por tanto, se trata de captar a todo el Foucauld, sin olvidar la etapa previa a su conversión como militar y explorador de Marruecos.
Su camino místico comenzó con su conversión el año 1886, como fruto de investigaciones y caminos anteriores, instaurándose en Foucauld un amor apasionado hacia el Dios de Jesús, llegando a ser un “hombre que hace de la religión un amor”, como lo describió el padre Huvelin, su padre espiritual, poco después de su conversión. Al inicio solo quería “vivir solo para Dios”. Pero, poco a poco, meditando las Escrituras, su amor apasionado por Jesús de Nazaret y, sobre todo, diversas circunstancias harán que sobrepase el horizonte inicial, que, como una cumbre, culminó en su escrito eremítico-monástico de la Regla de 1899.
Cuando descubre que Jesús quiere compartir con todos su vida divina, se desarrolla un nuevo impulso: el amor apasionado por el prójimo, por los demás y, especialmente, hacia aquellos que no tienen, como él, que ha vivido la conversión, la atracción operada por Dios Amor. Después de quince años de vivir centrado sobre el Nazaret de una Santa Familia contemplativa, Foucauld deja este Nazaret para ir a anunciar “a las ovejas más abandonadas” ese Dios Amor, haciendo un Nazaret itinerante.
A partir de 1901 y hasta su muerte, la voluntad de anunciar el Evangelio y de ser “salvador” con Jesús llega a ser lo primordial para él. Esto ocurre en dos fases: en la primera están los siete primeros años marcados por Béni Abbès, donde tiene una dependencia importante de la Regla monástica de 1899; en la segunda, a partir de 1908, con la edad de 50 años, da el paso decisivo más allá de su Regla y de toda clausura: la salida fuera en misión. Los siete últimos años, los de la madurez de Foucauld, están radicalmente marcados por la evangelización.
I. Su motivación principal: llevar la misericordia de Jesús a los más pobres
II. Siendo amigo de todos, “hermano universal”
III. Practicando el apostolado de la bondad
IV. Estudiando su lengua y sus costumbres
V. Ayudando en la promoción integral de sus amigos
VI. Siendo un evangelio vivo
VII. El germen de un cambio: los últimos años de su vida
VIII. Misioneros en avanzadilla
Publicado en el número 3.014 de Vida Nueva. Ver sumario
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